En los noventa todo era posible. En los noventa había nueva electrónica europea e hipnótica. En los noventa éramos más jóvenes y pensábamos que las guitarras eléctricas estaban pasadas de moda. Escupimos sobre la tumba de los noventa y sobre el cambio de siglo porque rinôçérôse ha vuelto y lo que traen es orgánico y dulce, sintético y afónico, vocal y eléctrico.
El disco se abre con Awake, French tour de manual para el single que servía de adelanto, electro con la voz soul de Benjamin Diamond, industrias digitales nocturnas en inglés. Sigue con Teenage Hormonal Revolution, cacharros a lo Danger Mouse, me imagino a mi amigo Fuxedo y su aparataje en su penúltima encarnación… Psychoanalysis tiene el fraseo macarra de los grupos que copiaron la estela de los de Montpellier, y, asumámoslo, es un track excepcional, jugoso y bailable, un pop pasado por el filtro del house y ese bombo a negras elegante que sostiene todo el tema. Maravilloso. Metamorphism nos sumerge en un trance de volutas, adoración química y repetitiva que nos acompasa hacia décadas pasadas, como un ritmo cuántico, estás aquí y estarás mañana allí. Los teclados de My Heroes and My Ego avisan de que nos adentramos en aguas más convulsas y binarias, incluyendo las rítmicas, sacan del tarro de las especias la parte industrial, algo de post-punk, de no-wave.
Con Sunny Disposition, se nota el eco de una guitarra y la voz invitada de Bnamm que nos acerca mínimamente a un experimento de nueva ola cercano a cómo hubieran sonado los Talking Heads en el siglo XXI. Llega la voz de Jessie Chaton, integrante de General Elektriks, nos ofrece un poco de jugo de alma, de sueño de una pista en verano. Es marca de la casa, es Justice, es Les Rythmes Digitales, son un estilo que va más allá del baile, que se sumerge en la parte más ácrata de la vida, la versión anarcocapitalista de la música electrónica. Por eso llega Feelings, con ese rastro de drum&bass mezclado con un wah-wah y yo, que vengo de estar escuchando a Sly&the Family Stone pasado por Magazine, me doy cuenta de que todavía hay alguna semilla de esas creciendo en el interior de Europa. Aplauso.
30 Seconds of Dreams es un desierto de medio minuto, un dedo que se interrumpe sin avisar. Sucinto tecnopop del cambio entre ochenta y noventa, Bipolar En Extasis es una refriega juguetona que salpimenta de técnica, de maestría electrónica la curva final del disco. El cocedero krautrock de Burn out es una serpiente, un amago de ruidismo que se sostiene sobre una melodía mínima, una manera de marcar los tiempos, de entregarse al juego fronterizo de la amnesia musical. La psicodelia final de Rinobrain, con guitarrazos amenazantes de comercial ochentero, es un burbujeante final instrumental para un LP que no se puede clasificar, que va más allá de lo que un puede esperar de un disco de rinôçérôse
Música
En los noventa todo era posible. En los noventa había nueva electrónica europea e hipnótica. En los noventa éramos más jóvenes y pensábamos que las guitarras eléctricas estaban pasadas de moda. Escupimos sobre la tumba de los noventa y sobre el cambio de siglo porque rinôçérôse ha vuelto y lo que traen es orgánico y dulce, sintético y afónico, vocal y eléctrico.
El disco se abre con Awake, French tour de manual para el single que servía de adelanto, electro con la voz soul de Benjamin Diamond, industrias digitales nocturnas en inglés. Sigue con Teenage Hormonal Revolution, cacharros a lo Danger Mouse, me imagino a mi amigo Fuxedo y su aparataje en su penúltima encarnación… Psychoanalysis tiene el fraseo macarra de los grupos que copiaron la estela de los de Montpellier, y, asumámoslo, es un track excepcional, jugoso y bailable, un pop pasado por el filtro del house y ese bombo a negras elegante que sostiene todo el tema. Maravilloso. Metamorphism nos sumerge en un trance de volutas, adoración química y repetitiva que nos acompasa hacia décadas pasadas, como un ritmo cuántico, estás aquí y estarás mañana allí. Los teclados de My Heroes and My Ego avisan de que nos adentramos en aguas más convulsas y binarias, incluyendo las rítmicas, sacan del tarro de las especias la parte industrial, algo de post-punk, de no-wave.
Con Sunny Disposition, se nota el eco de una guitarra y la voz invitada de Bnamm que nos acerca mínimamente a un experimento de nueva ola cercano a cómo hubieran sonado los Talking Heads en el siglo XXI. Llega la voz de Jessie Chaton, integrante de General Elektriks, nos ofrece un poco de jugo de alma, de sueño de una pista en verano. Es marca de la casa, es Justice, es Les Rythmes Digitales, son un estilo que va más allá del baile, que se sumerge en la parte más ácrata de la vida, la versión anarcocapitalista de la música electrónica. Por eso llega Feelings, con ese rastro de drum&bass mezclado con un wah-wah y yo, que vengo de estar escuchando a Sly&the Family Stone pasado por Magazine, me doy cuenta de que todavía hay alguna semilla de esas creciendo en el interior de Europa. Aplauso.
30 Seconds of Dreams es un desierto de medio minuto, un dedo que se interrumpe sin avisar. Sucinto tecnopop del cambio entre ochenta y noventa, Bipolar En Extasis es una refriega juguetona que salpimenta de técnica, de maestría electrónica la curva final del disco. El cocedero krautrock de Burn out es una serpiente, un amago de ruidismo que se sostiene sobre una melodía mínima, una manera de marcar los tiempos, de entregarse al juego fronterizo de la amnesia musical. La psicodelia final de Rinobrain, con guitarrazos amenazantes de comercial ochentero, es un burbujeante final instrumental para un LP que no se puede clasificar, que va más allá de lo que un puede esperar de un disco de rinôçérôse
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