El buen rollo de Tu cara me suena se ha descolocado por un reproche de Lolita que dice mucho de la sociedad de las redes sociales que vivimos. La viralidad sirve para abrir debates que antes no siempre tenían hueco pero, a la vez, si los argumentos suenan a imposición nos quedamos encerrados en burbujas de autoconvencimiento que nos separan más que nos permiten avanzar juntos. Y desactivar prejuicios: escuchando más que predicando.
En la última gala de Tu cara me suena, Yenesi ha imitado a Isabel Pantoja. Pero más que juzgar la actuación de la noche, Lolita ha recordado el abandono del estudio de la concursante hace unas semanas. El agobio sobresaltó y Yenesi mostró públicamente su desacuerdo con las valoraciones de los jueces. Sorprende que Lolita saque el tema ahora, un mes después, como si durante la semana de la grabación de esta gala fuera la que sufrió la repercusión de aquel momento del programa. Y necesitara quedar por encima del debate social que surgió. Entonces, muchos aplaudieron que las nuevas generaciones ya no se quedan calladas como antes y se reivindican. Como Lolita, que también es peleona y tampoco ha sido nunca de enmudecerse. Yenesi y Lola se parecen más de lo que creen. Por eso gustan tanto en la pantalla: son incontinentes.
“Me molestó mucho tu actitud de aquel día en el que te enfadaste y te fuiste. Como eres muy joven, yo ese día te lo perdoné, porque creo que todavía te queda mucho que aprender en la vida y sobre todo en esta profesión. Yo no tengo absolutamente nada en contra de ti (…) Simplemente, lo único que me hubiera gustado oír de ti es un perdón públicamente. No a nosotros, que estamos curados de espanto, sino a tus compañeros y sobre todo a la gente que había en plató y esa gente que te ve a otro lado de ese pilotito rojo. Además, porque tú tienes una ‘condición’ que lo que tienes que dar es ejemplo a esos niños y niñas que están sufriendo porque quieren una transición en la vida y a veces no lo pueden tener. Como ejemplo, creo que ese detalle que tuviste no lo debes volver a hacer. Y, ahora, si me permites voy y te doy un abrazo», sentenció Lolita.
Y, de nuevo, saltaron las alarmas de tantos y tantos. ¿Por qué? Porque los palabros de la hija de Lola Flores remarcan un clásico de la discriminación que tenemos tan naturalizado que ni siquiera lo ven hasta los que se creen los más integradores de la tele.
El discurso de Lolita subraya cómo todavía existen colectivos históricamente oprimidos a los que para ser aceptados se solicita una ejemplaridad extra que no se pide a otros. O te metes en el carril de mis expectativas modélicas o no te valoro. Cuando la igualdad en derechos humanos también es poder equivocarse como el resto de la sociedad. Incluso emocionarse y salir cinco minutos corriendo de un plató.
Si Bertín Osborne comete un error en un gala o no se trabaja la imitación como debería jamás se le va pedir que deba ser modélico por los señores que representa. Jamás se le diría «tú tienes una ‘condición’ que lo que tienes que dar es ejemplo». Su actitud nunca se vinculará a que pone en riesgo al conjunto de hombres heterosexuales cis.
Esta moralidad siempre se refiere a las mismas personas. En este caso, Yenesi es una persona no binaria. Y ya está. Una persona como todas, que puede calentarse como Lolita, que también se viene arriba en ocasiones. Una persona que tiene derecho a ser sin que le pidan más excelencia que a otras solo por su identidad que, por cierto, no es una ‘condición’. Y todavía nos cuesta entenderlo. Hasta cuando nos sentimos los más modernos del planeta osamos en exclamar «tienes que dar ejemplo» que, normalmente, esconde un «o entras en mi patrón monolítico o no te ajunto«. La igualdad es una realidad más honda. La igualdad es poder ser sin tener que quedarte callado, sin tener que disfrazarte de lo que no eres, sin tener que excusarse por existir. La igualdad incluso es comprender que la diversidad nos enriquece y no hay que constreñirla. Sin embargo, todas las gentes LGTBIQ+ alguna vez hemos terminado pidiendo perdón sin tener ninguna culpa. Ayuda a que muchos llevan toda la vida hablando por las minorías, imponiéndolas con condescendencia cómo pueden ser y cómo no pueden ser.
Ahora, en cambio, ya sabemos que debemos tener voz propia, a pesar de que no todos nos comprendan a la primera. Lolita, por lo que se ve, tampoco. Pero estos días, tras probablemente pensar aquello de «qué piel final tienen algunos», habrá aprendido algo útil y sano. Habrá crecido con Yenesi. Y con la piel fina de todos nosotros, esa piel fina que antes se tenía que hacer la dura u ocultarse para que no le insultaran, para que no le señalaran y, hoy, intenta vivir su vida sin esconderse, sin que le rehúyan, sin permitir que el desdén moral de ningún comentario corte la libertad de poder ser por existir.
Los prejuicios que seguimos teniendo tan naturalizados que ni vemos el daño que hacen.
El buen rollo de Tu cara me suena se ha descolocado por un reproche de Lolita que dice mucho de la sociedad de las redes sociales que vivimos. La viralidad sirve para abrir debates que antes no siempre tenían hueco pero, a la vez, si los argumentos suenan a imposición nos quedamos encerrados en burbujas de autoconvencimiento que nos separan más que nos permiten avanzar juntos. Y desactivar prejuicios: escuchando más que predicando.
En la última gala de Tu cara me suena, Yenesi ha imitado a Isabel Pantoja. Pero más que juzgar la actuación de la noche, Lolita ha recordado el abandono del estudio de la concursante hace unas semanas. El agobio sobresaltó y Yenesi mostró públicamente su desacuerdo con las valoraciones de los jueces. Sorprende que Lolita saque el tema ahora, un mes después, como si durante la semana de la grabación de esta gala fuera la que sufrió la repercusión de aquel momento del programa. Y necesitara quedar por encima del debate social que surgió. Entonces, muchos aplaudieron que las nuevas generaciones ya no se quedan calladas como antes y se reivindican. Como Lolita, que también es peleona y tampoco ha sido nunca de enmudecerse. Yenesi y Lola se parecen más de lo que creen. Por eso gustan tanto en la pantalla: son incontinentes.
“Voy a hablar, porque creo que esto hay que solucionarlo cuanto antes. Creo que entre tú y yo ha habido bastantes malentendidos y te lo quiero aclarar. Me molestó mucho tu actitud de aquel día en el que te enfadaste y te fuiste. Como eres muy joven, yo ese día te lo perdoné, porque creo que todavía te queda mucho que aprender en la vida y sobre todo en esta profesión. Yo no tengo absolutamente nada en contra de ti (…) Simplemente, lo único que me hubiera gustado oír de ti es un perdón públicamente. No a nosotros, que estamos curados de espanto, sino a tus compañeros y sobre todo a la gente que había en plató y esa gente que te ve a otro lado de ese pilotito rojo. Además, porque tú tienes una ‘condición’ que lo que tienes que dar es ejemplo a esos niños y niñas que están sufriendo porque quieren una transición en la vida y a veces no lo pueden tener. Como ejemplo, creo que ese detalle que tuviste no lo debes volver a hacer. Y, ahora, si me permites voy y te doy un abrazo», sentenció Lolita.
Y, de nuevo, saltaron las alarmas de tantos y tantos. ¿Por qué? Porque los palabros de la hija de Lola Flores remarcan un clásico de la discriminación que tenemos tan naturalizado que ni siquiera lo ven hasta los que se creen los más integradores de la tele.
El discurso de Lolita subraya cómo todavía existen colectivos históricamente oprimidos a los que para ser aceptados se solicita una ejemplaridad extra que no se pide a otros. O te metes en el carril de mis expectativas modélicas o no te valoro. Cuando la igualdad en derechos humanos también es poder equivocarse como el resto de la sociedad. Incluso emocionarse y salir cinco minutos corriendo de un plató.
Si Bertín Osborne comete un error en un gala o no se trabaja la imitación como debería jamás se le va pedir que deba ser modélico por la hombría que representa. Jamás se le diría «tú tienes una ‘condición’ que lo que tienes que dar es ejemplo».
Esta moralidad siempre se refiere a las mismas personas. En este caso, Yenesi es una persona no binaria. Y ya está. Una persona como todas, que puede calentarse como Lolita, que también se viene arriba en ocasiones. Una persona que tiene derecho a ser sin que le pidan más excelencia que a otras solo por su identidad que, por cierto, no es una ‘condición’. Y todavía nos cuesta entenderlo. Hasta cuando nos sentimos los más modernos del planeta osamos en exclamar «tienes que dar ejemplo» que, normalmente, esconde un «o entras en mi patrón de decoro o no te ajunto«. La igualdad es una realidad más honda. La igualdad es poder ser sin tener que quedarte callado, sin tener que disfrazarte de lo que no eres, sin tener que excusarse por existir. La igualdad incluso es comprender que la diversidad nos enriquece y no hay que constreñirla. Sin embargo, todas las gentes LGTBIQ+ alguna vez hemos terminado pidiendo perdón sin tener ninguna culpa. Ayuda a que muchos llevan toda la vida hablando por las minorías, imponiéndolas con condescendencia cómo podemos ser y cómo no. Aunque no nos conozcan. Ahora, en cambio, ya sabemos que debemos tener voz propia, a pesar de que no todos nos comprendan a la primera. Lolita, por lo que se ve, tampoco. Pero estos días, tras probablemente pensar aquello de «qué piel final tienen algunos», habrá aprendido algo útil y sano. Habrá crecido con Yenesi. Y con la piel fina de todos nosotros, esa piel fina que antes se tenía que hacer la dura u ocultarse para que no le insultaran y ahora intenta vivir su vida, sin esconderse, sin que le rehúyan, sin permitir que el desdén moral de ningún comentario te corte tu libertad de ser por existir.
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