España: un crecimiento con luces y sombras

Nuestra economía crece más que la media de la UE por cuatro factores diferenciales, pero su futuro no está exento de riesgos. Leer Nuestra economía crece más que la media de la UE por cuatro factores diferenciales, pero su futuro no está exento de riesgos. Leer  

Es innegable que la economía española está creciendo muy por encima de la media de la UE y de sus principales Estados miembros. En 2024, el PIB de España creció un 3,2%, frente al 1% de media en la UE, el 1,2% en Francia, el 0,7% en Italia y el -0,2% en Alemania. Las previsiones para 2025 apuntan en la misma dirección, aunque con cierta desaceleración en el crecimiento del PIB español, con una expectativa de aumento del 2,5%. En un entorno geopolíticamente complejo, ¿qué explica este crecimiento diferencial positivo de la economía española? Fundamentalmente, cuatro elementos.

En primer lugar, la propia especialización sectorial. Del mismo modo que durante la pandemia del Covid-19 nuestra relativa especialización en el sector servicios jugó en nuestra contra y nos llevó a ser el país que más se contrajo en 2020, en estos momentos este factor nos favorece. En efecto, países donde la industria manufacturera tiene un importante peso, como Alemania, Austria o Finlandia, se contrajeron en 2023 y 2024. Por el contrario, en España, tanto los servicios turísticos como los no turísticos están suponiendo un importante motor para nuestra economía. En cuanto al sector turístico, su buen comportamiento se ve apoyado en una diversificación estacional (aumento del turismo en otoño e invierno) y geográfica tanto en destino (mayores visitas a zonas de interior) como en origen (más visitantes de América, por ejemplo) de los flujos turísticos, además de en una compleja situación geopolítica en destinos competidores. Pero sin lugar a dudas, el gran cambio del sector exterior español viene explicado por los servicios no turísticos, como por ejemplo, servicios de ingeniería, informática, finanzas, abogacía o arquitectura. Si los servicios no turísticos representaban en torno al 2,5% del PIB español en 1995, a finales del año pasado estaban ya por encima del 7,5% del PIB. El dinamismo de las exportaciones de servicios no turísticos se explica por tres factores. Primero, la digitalización, que ha facilitado la prestación transfronteriza de servicios sin necesidad de presencia física; segundo, la competitividad de las empresas españolas en sectores de alto valor añadido; y tercero, el cambio estructural hacia la terciarización y la servitización de la economía.

El segundo factor que explica el diferencial positivo del crecimiento económico español es el empleo, que además se apoya en unos fuertes flujos migratorios entrantes. Mientras que la población española creció más de un 3% entre 2020 y 2024, la de Italia, por ejemplo, cayó más de un 1%. Y esto viene explicado no por fertilidad, sino por inmigración. En 2024, más del 75% de los nuevos empleos creados fueron ocupados por población migrante. Por supuesto, la otra cara de la moneda del aumento de la población española es que el crecimiento en términos per cápita fue más moderado, es decir, de naturaleza extensiva, en lugar de intensiva.

En tercer lugar, la industria manufacturera española pasa por un momento relativamente dulce desde el punto de vista de los costes de la electricidad. Según datos de un reciente estudio de CaixaBank Research, mientras que en 2018 la industria española pagaba un 31,5% más por su electricidad que la industria europea, en 2024 pagó un 20,9% menos. Ello está íntimamente relacionado con el despliegue de energías renovables.

En cuarto lugar, la exposición de la economía española a países como Estados Unidos y China es sustancialmente inferior a la de otras economías como la alemana o la italiana. La economía española está principalmente expuesta a la UE, por lo que la afectación a la economía española sería fundamentalmente de segunda ronda.

Pero que la economía española esté creciendo por encima de la media estos últimos años no implica que esté exenta de riesgos.

Para empezar, la propia composición del crecimiento del PIB invita a estar vigilante. Entre 2020 y 2024, el consumo público explicó más del 44% del crecimiento del PIB español, frente a menos del 13% de la formación bruta de capital fijo, es decir, de la inversión. Que en un entorno de fuerte disponibilidad de fondos NGEU, con casi 80.000 millones de euros potencialmente en transferencias, la inversión, especialmente la privada, no despegue es signo de que algo está fallando. Y esto tiene su reflejo incluso en un indicador que últimamente se pone de ejemplo como muestra de virtuosismo económico: el superávit por cuenta corriente. Bien es cierto que hemos dejado atrás los fuertes desequilibrios del año 2007, en que el déficit por cuenta corriente español estuvo cerca de un insostenible 10% del PIB. Pero el superávit actual del 3% del PIB, que convive con un déficit público también en el entorno del 3% del PIB, pone de manifiesto que todo el ajuste está recayendo en el sector privado, y en particular, en un fuerte déficit inversor. Sin inversiones productivas, el potencial de crecimiento de la economía española se verá penalizado en el medio plazo.

Para seguir, la grave situación del mercado de la vivienda, marcada por un clara falta de oferta en determinadas regiones, además de generar problemas para la población residente en España en la actualidad, puede poner en riesgo uno de los motores de crecimiento de la economía española: la inmigración. Difícilmente podremos seguir recibiendo población migrante que cubra la demanda de trabajo si no encuentran vivienda. Si el motor del crecimiento del empleo empieza a renquear, no quedará más remedio que apoyarse en el de la productividad. Si bien la productividad en España ha mostrado un comportamiento más dinámico en los últimos tiempos, sigue habiendo una clara brecha frente a nuestros principales socios europeos.

Para terminar, las finanzas públicas españolas constituyen un importante reto, sin lugar a dudas, con una ratio de deuda pública sobre PIB superior al 100% en un contexto de crecientes necesidades inversoras, incluyendo en el sector de la defensa, y con tendencias demográficas que tensionarán cada vez más las cuentas públicas con el paso de los años. Alguien podría decir que la ratio se ha reducido en casi 20 puntos porcentuales desde el máximo de 2020, pero lo cierto es que esta reducción se ha apoyado fundamentalmente en el comportamiento cíclico de la economía, sin un verdadero esfuerzo de consolidación fiscal. Es decir, la ratio se ha reducido porque ha aumentado el denominador, apoyado además en unas tasas de inflación elevadas en los años anteriores, y no en una reducción del numerador. Este reducido espacio fiscal disminuye notablemente la capacidad de respuesta contracíclica de la economía española frente a posibles shocks y llevará sin lugar a dudas a tener que tomar complicadas decisiones de composición presupuestaria en los próximos años.

En definitiva, si bien la posición cíclica de la economía española es positiva y se están construyendo ventajas comparativas, por ejemplo en costes energéticos, conviene no ser complaciente y no cerrar los ojos ante los no pocos retos que afronta España y que requieren de medidas decididas de política económica.

*Judith Arnal es investigadora principal en CEPS y el Real Instituto Elcano.

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