La crisis de ideas de la televisión: la creatividad que la pantalla se está perdiendo

Casi todo en la televisión de hoy parece de segunda mano. Los programas saltan de cadena en cadena, los formatos repiten misma estructura, las programaciones se han homogeneizado hasta desvanecer la diversidad que sostiene la plaza pública de encuentro y descubrimiento que representan los canales tradicionales.

La televisión parece vivir del recuerdo. Se calcan constantemente dinámicas, aunque estén obsoletas, y se intenta replicar éxitos que fueron porque entendieron a la sociedad de su momento. Pero la audiencia no para de evolucionar. La audiencia ya no es como aquellos programas. Y la tele necesita de nuevas ideas. Mejor si esas ideas conectan con su territorio porque representan aquello que nos hace únicos frente a la globalización. Ahí es donde se quedará siempre coja la colonización de Netflix y ahí es donde los canales clásicos generan industria nacional.

Sin embargo, las propias compañías audiovisuales está atrapadas en su propio laberinto. Critican que no hay novedades el mercado internacional, mientras se niegan a comprar creaciones autóctonas porque no están probadas internacionalmente. Una contradicción que nos sume en una espiral perversa: no hay novedades porque, en realidad, tampoco nadie se atreve a probar ideas nuevas. La pescadilla que se muerde la cola.

La impaciencia de nuestro tiempo lowcost no está para riesgos y obliga a programas contrastados en otros lugares. Da igual que sean nórdicos y no se parezcan en nada a nuestras costumbres. Así se descartan las propuestas creativas españolas. Esas que, además, se podrían exportar fuera por hablar ese idioma mediterráneo que nos hace competitivos en el mundo. Sucedió con La Casa de Papel o con Tu cara me suena.

Porque si nos fijamos bien, los grandes fenómenos de la historia de la televisión en España no son importaciones. Al contrario, son ideas originales, que podían beber de referentes extranjeros pero se adaptaban a un público español con una particular idiosincracia que ni es anglosajona ni es latina.

Los hits más poderosos de nuestra tele nacen aquí. Un, dos, tres… responda otra vez, Operación Triunfo o Tu cara me suena son los tres ejemplos de tele made in Spain que, después, se vendió a otros tantos países. Su éxito estuvo que supieron representar las aspiraciones, ilusiones e incluso carencias de un país que se reivindica desde la alegría.

Lo mismo ha pasado con otras fórmulas. España no necesitó calcar un late night a la americana como en otros estados, pues directamente inventaba su propio universo. Véase Estudio Abierto de José María Íñigo y Fernando Navarrete, Crónicas Marcianas de Javier Sardá y Joan Ramón Mainat o El Hormiguero de Pablo Motos y Jorge Salvador. También en quiz shows como el eterno Saber y Ganar de Sergi Schaaff o series como El Ministerio del Tiempo, Cuéntame cómo pasó, Los Serrano, Médico de Familia, Farmacia de Guardia o Verano Azul. Todas hablaban de nosotros, y no por nosotros.

La gran parte de los éxitos de calado de la tele en España se inventaron aquí. Mirando de reojo la tele de fuera, pero dibujándola desde nuestros barrios. Invertir en el talento autóctono es la jugada redonda, pues la audiencia se ve reflejada y, a la vez, se puede hacer Marca España más tarde: ya que estos espacios son los más exportables porque son singulares en un mercado global repleto de replicantes. Nosotros contamos con una narrativa propia, una teatralidad mediterránea -que tan bien aprovechaba la tele de los ochenta y los noventa y que en la actualidad define el éxito transversal de Tu cara me suena (claves del éxito aquí)– y que, ahora, se la está perdiendo en la regeneración constante que demanda la tele. Por la prisa que impide invertir en intuición, clave en la tele. Por una feroz competencia que no puede permitirse fracasar y solo da luz verde a lo que viene con cierta garantía desde otros países. Aunque no tenga nada que ver con cómo somos e impida recuperar audiencias de hoy a la tele de siempre gracias al ingenio que brota de nuestra cultura. Una inventiva popular que nos está saludando cada día a la vuelta de la esquina. Y no la vemos. A veces, hasta preferimos mirar para otro lado.

 Uno de los grandes problemas de la televisión en España que también es extrapolable a otros países.  

Casi todo en la televisión de hoy parece de segunda mano. Los programas saltan de cadena en cadena, los formatos repiten misma estructura, las programaciones se han homogeneizado hasta desvanecer la diversidad que sostiene la plaza pública de encuentro y descubrimiento que representan los canales tradicionales.

La televisión parece vivir del recuerdo. Se calcan constantemente dinámicas, aunque estén obsoletas, y se intenta replicar éxitos que fueron porque entendieron a la sociedad de su momento. Pero la audiencia no para de evolucionar. La audiencia ya no es como aquellos programas. Y la tele necesita de nuevas ideas. Mejor si esas ideas conectan con su territorio porque representan aquello que nos hace únicos frente a la globalización. Ahí es donde se quedará siempre coja la colonización de Netflix y ahí es donde los canales clásicos generan industria nacional.

Sin embargo, las propias compañías audiovisuales está atrapadas en su propio laberinto. Critican que no hay novedades el mercado internacional, mientras se niegan a comprar creaciones autóctonas porque no están probadas internacionalmente. Una contradicción que nos sume en una espiral perversa: no hay novedades porque, en realidad, tampoco nadie se atreve a probar ideas nuevas. La pescadilla que se muerde la cola.

La impaciencia de nuestro tiempo lowcost no está para riesgos y obliga a programas contrastados en otros lugares. Da igual que sean nórdicos y no se parezcan en nada a nuestras costumbres. Así se descartan las propuestas creativas españolas. Esas que, además, se podrían exportar fuera por hablar ese idioma mediterráneo que nos hace competitivos en el mundo. Sucedió con La Casa de Papel o con Tu cara me suena

Porque si nos fijamos bien, los grandes fenómenos de la historia de la televisión en España no son importaciones. Al contrario, son ideas originales, que podían beber de referentes extranjeros pero se adaptaban a un público español con una particular idiosincracia que ni es anglosajona ni es latina.

Los hits más poderosos de nuestra tele nacen aquí. Un, dos, tres… responda otra vez, Operación Triunfo o Tu cara me suena son los tres ejemplos de tele made in Spain que, después, se vendió a otros tantos países. Su éxito estuvo que supieron representar las aspiraciones, ilusiones e incluso carencias de un país que se reivindica desde la alegría.

Lo mismo ha pasado con otras fórmulas. España no necesitó calcar un late night a la americana como en otros estados, pues directamente inventaba su propio universo. Véase Estudio Abierto de José María Íñigo y Fernando Navarrete, Crónicas Marcianas de Javier Sardá y Joan Ramón Mainat o El Hormiguero de Pablo Motos y Jorge Salvador. También en quiz shows como el eterno Saber y Ganar de Sergi Schaaff o series como El Ministerio del Tiempo, Cuéntame cómo pasó, Los Serrano, Médico de Familia, Farmacia de Guardia o Verano Azul.  Todas hablaban de nosotros, y no por nosotros. 

La gran parte de los éxitos de calado de la tele en España se inventaron aquí. Mirando de reojo la tele de fuera, pero dibujándola desde nuestros barrios. Invertir en el talento autóctono es la jugada redonda, pues la audiencia se ve reflejada y, a la vez, se puede hacer Marca España más tarde: ya que estos espacios son los más exportables porque son singulares en un mercado global repleto de replicantes. Nosotros contamos con una narrativa propia, una teatralidad mediterránea -que tan bien aprovechaba la tele de los ochenta y los noventa y que en la actualidad define el éxito transversal de Tu cara me suena (claves del éxito aquí)– y que, ahora, se la está perdiendo en la regeneración constante que demanda la tele. Por la prisa que impide invertir en intuición, clave en la tele. Por una feroz competencia que no puede permitirse fracasar y solo da luz verde a lo que viene con cierta garantía desde otros países. Aunque no tenga nada que ver con cómo somos e impida recuperar audiencias de hoy a la tele de siempre gracias al ingenio que brota de nuestra cultura. Una inventiva popular que nos está saludando cada día a la vuelta de la esquina. Y no la vemos. A veces, hasta preferimos mirar para otro lado.

 20MINUTOS.ES – Televisión

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