El ring de La Velada del año 5 se ha prendido. Ibai nos ha traído de vuelta el fervor por una mezcla del Pressing Catch y boxeo clásico, lo que nos pone frente al espejo de la sociedad de la que nos fuimos y a la que estamos regresando sin demasiada conciencia crítica: la que celebra un espectáculo de dos personas pegándose. Lo nuevo, a veces, huele muy antiguo.
Y en La Velada los que se pegan son influecers. Más morbo. Más épica alimentada a base de leches. Todo dulcificado con actuaciones musicales de Melendi, Myke Towers, Aitana o Los del Río. Todo con muchas llamaradas, haces de luz y presentaciones ni que José Luis Moreno. Es el Eurovisión de los streamers, que este año ha llegado al pico de nueve millones de dispositivos conectados durante la retransmisión.
Uno de los momentos estelares ha sido el enfrentamiento de Abby y Roro. La primera salió al ring con la liturgia que merecen estos shows. Como una Beyoncé del autotune, como una reina del reguetón con velo. La siguió su contrincante, Roro, con un séquito liderado por un robot gigante que, de repente, se quitó la cabeza para descubrir que dentro estaba su Pablo. El novio al que Roro complace en los vídeos virales en los narra sus hazañas susurrando. Muy aplaudido, por los que celebran que las mujeres ejemplares hablan bajito.
Y empezó la pelea. En España, habíamos dejado el boxeo para los entrenamientos profesionales y, ahora, se vuelve a convertir en un show festivo donde «demostrar» que eres el más fuerte, el más valiente, el que más aguanta, el más heroico. Tanta terminología belicista agota. Pero se propaga, también entre las chicas jóvenes. La igualdad al revés, se llama.
Al final, ganó Abby a Roro en la noche de duelos que buscan rellenar de visionados, contenido y conversación los canales de Ibai a través de la excitación del cotilleo más básico. Con sus abucheos incluidos en el estadio, claro. “Tenemos pelos ahí abajo todos los tíos. Es una decisión de un jurado profesional, respeto a los boxeadores”, dice uno de los comentaristas para calmar a la afición en pleno derroche de alaridos. Pero hasta el llamamiento a la tranquilidad del público desprende masculinidad rancia.
Algunos dicen que con la victoria de Abby sobre Roro perdieron los incels que reivindican su machismo sin ninguna vergüenza. Aunque, la realidad, es que La Velada en sí misma es una muestra de que el mundo reaccionario está ganando. La cultura social es derrotada si en 2025 vemos como espectáculo disfrutón a dos personas pegándose. Aunque sea algo teatralizado. Pero la teatralización es vacía. No esconde ninguna profundidad más que un rentable sensacionalismo disfrazado de risas que nos jalea los arrebatos más primarios que siempre nos acompañarán.
“No es el resultado que esperábamos, pero la verdad que haber llegado aquí, con todos los problemas que hemos tenido y todo lo que ha “suponido” este desafío estos cuatro meses… De verdad, muchísimas gracias a todos”, concluyó Roro. Al menos, en este ring de pseudoboxeo descubrimos que fuera de sus vídeos editados los influencers son humanos como todos. Se equivocan como cada uno de nosotros. Incluso Roro dice «suponido» en vez de «supuesto». Y no pasa nada. La vitorearon igual. Esto no va de vocabulario. Lo importante ya lo hizo, entretener sin más pretensión que entretener desde el cuadrilátero más monetizado de nuestro tiempo: la pantalla que vivimos intensamente.
Roro dijo ‘suponido’ en vez de ‘supuesto’.
El ring de La Velada del año 5 se ha prendido. Ibai nos ha traído de vuelta el fervor por una mezcla del Pressing Catch y boxeo clásico, lo que nos pone frente al espejo de la sociedad de la que nos fuimos y a la que estamos regresando sin demasiada conciencia crítica: la que celebra un espectáculo de dos personas pegándose. Lo nuevo, a veces, huele muy antiguo.
Y en La Velada los que se pegan son influecers. Más morbo. Más épica alimentada a base de leches. Todo dulcificado con actuaciones musicales de Melendi, Myke Towers, Aitana o Los del Río. Todo con muchas llamaradas, haces de luz y presentaciones ni que José Luis Moreno. Es el Eurovisión de los streamers, que este año ha llegado al pico de nueve millones de dispositivos conectados durante la retransmisión.
Uno de los momentos estelares ha sido el enfrentamiento de Abby y Roro. La primera salió al ring con la liturgia que merecen estos shows. Como una Beyoncé del autotune, como una reina del reguetón con velo. La siguió su contrincante, Roro, con un séquito liderado por un robot gigante que, de repente, se quitó la cabeza para descubrir que dentro estaba su Pablo. El novio al que Roro complace en los vídeos virales en los narra sus hazañas susurrando. Muy aplaudido, por los que celebran que las mujeres ejemplares hablan bajito.
Y empezó la pelea. En España, habíamos dejado el boxeo para los entrenamientos profesionales y, ahora, se vuelve a convertir en un show festivo donde «demostrar» que eres el más fuerte, el más valiente, el que más aguanta, el más heroico. Tanta terminología belicista agota. Pero se propaga, también entre las chicas jóvenes. La igualdad al revés, se llama.
Al final, ganó Abby a Roro en la noche de duelos que buscan rellenar de visionados, contenido y conversación los canales de Ibai a través de la excitación del cotilleo más básico. Con sus abucheos incluidos en el estadio, claro. “Tenemos pelos ahí abajo todos los tíos. Es una decisión de un jurado profesional, respeto a los boxeadores”, dice uno de los comentaristas para calmar a la afición en pleno derroche de alaridos. Pero hasta el llamamiento a la tranquilidad del público desprende masculinidad rancia.
Algunos dicen que con la victoria de Abby sobre Roro perdieron los incels que reivindican su machismo sin ninguna vergüenza. Aunque, la realidad, es que La Velada en sí misma es una muestra de que el mundo reaccionario está ganando. La cultura social es derrotada si en 2025 vemos como espectáculo disfrutón a dos personas pegándose. Aunque sea algo teatralizado. Pero la teatralización es vacía. No esconde ninguna profundidad más que un rentable sensacionalismo disfrazado de risas que nos jalea los arrebatos más primarios que siempre nos acompañarán.
“No es el resultado que esperábamos, pero la verdad que haber llegado aquí, con todos los problemas que hemos tenido y todo lo que ha “suponido” este desafío estos cuatro meses… De verdad, muchísimas gracias a todos”, concluyó Roro. Al menos, en este ring de pseudoboxeo descubrimos que fuera de sus vídeos editados los influencers son humanos como todos. Se equivocan como cada uno de nosotros. Incluso Roro dice «suponido» en vez de «supuesto». Y no pasa nada. La vitorearon igual. Esto no va de vocabulario. Lo importante ya lo hizo, entretener sin más pretensión que entretener desde el cuadrilátero más monetizado de nuestro tiempo: la pantalla que vivimos intensamente.
20MINUTOS.ES – Televisión