Alicia Coronil (Singular Bank): «Tenemos que repensar cómo debe de ser el Estado del Bienestar del siglo XXI»

La economista lamenta que los casos de corrupción «deterioran la imagen y seriedad del país», cree que el crecimiento económico no está sirviendo para resolver la microeconomía y echa de menos un «proyecto de país» Leer La economista lamenta que los casos de corrupción «deterioran la imagen y seriedad del país», cree que el crecimiento económico no está sirviendo para resolver la microeconomía y echa de menos un «proyecto de país» Leer  

Alicia Coronil Jónsson (Madrid, 1973) es economista jefe de Singular Bank y doctora en Economía por la Universidad San Pablo CEU, en la que hadado clases de macroeconomía, política comercial y microeconomía.

En uno de sus últimos análisis decía que en España está aumentando mucho la incertidumbre interna por la inestabilidad política y el aumento de la inseguridad jurídica. ¿La economía se ha vuelto inmune a este tipo de incertidumbre?
Yo creo que no, que no lo es. A lo mejor los efectos del deterioro de la seguridad jurídica o de que afloren casos de corrupción no se ven de forma inmediata, pero deterioran la imagen y la seriedad del país. Es un proceso lento, pero ya estamos viendo algún tipo de señales que llevan al sector privado -ya sea el inversor o la empresa- a mirar con más cautela las inversiones o a buscar países alternativos. También vemos cierta cautela en los hogares ante la falta de visibilidad de dónde se va a situar el país a medio plazo. Otra cosa es que después de la pandemia la sociedad se ha instalado en la sensación de necesidad de vivir, así que creo que afrontamos este tipo de escenarios de forma distinta a lo que hacíamos en épocas anteriores. Pero sí que creo que esto afecta negativamente. Los avances de los países se construyen en torno a dos vectores: la calidad del sistema educativo, que funcione como vertebrador y ascensor social, y la calidad institucional, porque da certeza y predictibilidad. Las empresas muchas veces dicen que lo que más valoran de un entorno económico es la seguridad jurídica, así que en un contexto de incertidumbre creo que Europa, quitando lo que ocurre en España, tiene una oportunidad porque ofrece más seguridad que otros.
Cuando menciona la corrupción, ¿se refiere a que los casos que estamos viendo en el PSOE afectarán a la economía?
Yo creo que sí. Estamos viendo ya una fase de desaceleración económica, en un contexto en el que no tenemos Presupuestos con una situación macroeconómica y geopolítica que requeriría tener unos presupuestos actualizados. Además, en España está faltando algo que me parece crítico: cuando uno mira la historia económica de España, de su crecimiento reciente, siempre está asociado a un proyecto de país. La gente que nació como yo en la década de los 70 veíamos que nuestros padres nos transmitían el proyecto de que España tenía que entrar en la Unión Europea. Cuando entramos en la Unión Europea, era demostrar que éramos un país moderno, que habíamos dejado de ser ese país en desarrollo y que habíamos alcanzado un nivel de clase media. Luego fue entrar en el euro… Ahora no tenemos un proyecto de país, no hay consenso, parece imposible que los partidos se pongan de acuerdo y creo que esto es muy negativo para la senda de crecimiento económico.
¿Cuál podría ser ahora nuestro proyecto de país?
Tenemos varias asignaturas pendientes. Habría un proyecto de país que es que tenemos que repensar y llegar a un consenso de cómo debe de ser el Estado del Bienestar del siglo XXI ante todos estos retos que tenemos, ya no solamente desde el punto de vista de la defensa, sino demográficos, tecnológicos y de transición energética. Yo creo que es un proyecto colectivo que necesitamos y que ya en otros países empiezan a abordar, como los nórdicos, que son garantes del Estado del Bienestar. Ellos han dado un giro fiscal, han preparado inversiones en seguridad, en defensa, y han repensado su Estado del Bienestar. En Dinamarca, por ejemplo, han alargado la edad de jubilación a 70 años para los que han nacido en 1970. Están buscando cómo eficientar y son a la vez los países más competitivos, los que están generando más avances en inteligencia artificial, los que tienen sistemas educativos de más calidad e incluso los países más felices del mundo. Cuando ves cómo han construido su Estado del Bienestar, es con una fiscalidad muy competitiva por el lado empresarial, con un Impuesto de Sociedades del 20% y unas cotizaciones a la Seguridad Social muy reducidas a cargo del del empleador -que llegan a ser cero en Dinamarca- y con un peso muy escaso de la economía sumergida.
Pero no es fácil reducirla…
Bueno, es que aquí ha crecido, porque tenemos también una situación de ejemplos. Necesitamos hacer al ciudadano más corresponsable con el Estado del Bienestar. Según el último cálculo que he visto la economía sumergida en España es del 24% del PIB, frente al 19% de 2021. Eso son 240.000 millones de euros. Parte vuelven al sistema con el pago de impuestos al consumo, pero si le aplicamos la huella fiscal estamos hablando de una recaudación de 60.000 millones. Mejorar aquí nos permitiría ampliar las bases imponibles y darle más estabilidad al Estado de Bienestar. Esto debe ir acompañado de reformas profundas: nos falta una asignatura pendiente que es hacer una buena reforma del sistema de pensiones como tuvo que abordar Suecia en los 90.
Cuando habla de repensar el Estado de Bienestar, ¿a qué se refiere exactamente?
A crear un presupuesto de base cero y analizar todas las partidas, porque yo creo que hay partidas que podríamos eficientar desde el punto de vista del gasto con la utilización de tecnologías que están ahí, como la inteligencia artificial. En sector sanitario, en la justicia, en procedimientos burocráticos… Luego también creo que no es contradictorio tener un sistema de las autonomías con crear más unidad regulatoria y más unidad de compras para eficientar y ver dónde están las duplicidades. Muchas de ellas a lo mejor no tienen sentido para un país del siglo XXI. Y luego creo que tenemos un problema también aspiracional, o sea, yo echo en falta un proyecto de país que nos diga: «Vamos a ser un país miembro del G7» o «Vamos a tener el peso político y geopolítico que le corresponde a la cuarta economía de la Unión Europea». Pero España no ha dado ese paso, no ha conseguido ser un actor crítico en esta nueva era.

«Ahora no tenemos proyecto de país, no hay consenso, y esto es muy negativo para el crecimiento económico»

¿Cree que hay una brecha entre los indicadores macroeconómicos y la percepción de las familias?
Yo creo que la macro va bien, efectivamente. Hay una combinación de factores que lo permiten, como la bonanza del sector servicios, tanto de exportaciones turísticas como no turísticas, o el dividendo demográfico que ha llegado a España y que impulsa el crecimiento. Luego hemos tenido un estímulo fiscal vía gasto público o vía fondos Next Generation, y también un consumo privado que ha tirado porque los hogares ya no tienen los niveles de endeudamiento que tenían tras la gran recesión de 2008 o la crisis de deuda soberana. Esto ha permitido que las bolsas de ahorro hayan contrarrestado la crisis inflacionista que hemos afrontado. Pero es verdad que la micro nos está reflejando que este periodo de excepcionalidad económica española en términos de tasa de crecimiento no está sirviendo para resolver la micro. Es muy interesante ver las encuestas de opinión, donde más de un 40% de los españoles sienten que su situación económica no ha mejorado, o ver cómo está evolucionando la renta per cápita, que está estancada e incluso perdiendo posiciones respecto a países que entraron después que nosotros en la Unión Europea y que venían de sistemas comunistas, como puede ser Polonia. No hemos conseguido crear reformas, no ha habido una visión de hacer política económica a largo plazo para resolver problemas estructurales que tenemos en torno a la calidad del empleo, al crecimiento del tamaño de las empresas y, sobre todo, en torno a la productividad, para que crezcan los salarios. Son unos años absolutamente perdidos en los que el crecimiento económico no ha ido acompañado de una consolidación fiscal, de ampliar las bases imponibles y permitir que las empresas y los hogares soporten menor presión fiscal.
¿Han sido los fondos Next Generation tan transformadores como se planteaba inicialmente?
Creo que van a ser transformadores en algunos ámbitos relacionados con la transición energética o la digitalización, pero creo que todavía es muy pronto para afirmar que han sido transformadores en conjunto. Sobre todo lo que me preocupa es que con la situación que estamos viviendo en términos políticos, no sé si vamos a llegar a captar todos los fondos que nos concedieron porque se acaban en el segundo semestre del año que viene. Corremos el riesgo de que lo que íbamos a implementar en algunos sectores que son críticos no se produzca por falta de seguridad jurídica o por falta de capacidad de actuación.
Como parte de su trabajo, sigue de cerca la política estadounidense, ¿cómo puede afectar a España?
España tiene poca exposición a Estados Unidos. Ahora mismo, su primer socio comercial de las dos grandes potencias es China. Esto también es una excepcionalidad española, porque cuando miras el mapa somos prácticamente el único país de Europa Occidental junto a Irlanda cuyo primer socio comercial es China. Dicho esto, creo que es inevitable que vayamos a tener una exposición si finalmente no se firma un acuerdo o vamos a un acuerdo más beligerante. Si al final Alemania se ve afectada, que tiene una exposición muy fuerte a las ventas a Estados Unidos, o Italia o Francia, si se deteriora su crecimiento económico esto puede poner en un brete a sectores que en España son muy importantes, como es el sector del automóvil o el sector de componentes automovilísticos. Además tampoco estamos libres de que Estados Unidos opte por poner aranceles específicos a determinados sectores españoles como ocurrió en la anterior guerra comercial.
En este contexto, ¿dónde ve oportunidades de inversión?
Creo que es importante ver las oportunidades de inversión en torno a las cinco ‘D’ que que estamos viviendo: uno, la descarbonización -ya no solamente en energía renovable, sino la industria nuclear va a ser crítica-; dos, la digitalización; tres, la demografía, que trae consigo una batería de nuevos servicios y productos donde yo creo que Europa es la que mejor posición tiene, dado el conocimiento en la prestación de servicios; cuarto, la desconfiguración del orden mundial, con nuevas alianzas y necesidad de recolocar las cadenas de valor; y quinto, la desglobalización.
¿Cree que vamos a vivir un proceso de desglobalización?
Sí, y creo que también pasa por la mente. Nos hemos acostumbrado durante décadas a consumir todo de forma inmediata a un coste muy bajo. Cuando yo era pequeña en el textil sólo había dos temporadas y la fruta en el supermercado sólo era la de temporada. Ahora vivimos un proceso de desglobalización que pasa porque ya no vamos a tener los precios tan bajos que nos dio la globalización. Ahora todo va en contra de la inflación: el nacionalismo económico es inflacionista, también lo es el concepto de seguridad estratégica, la fragmentación social y el populismo. Las sociedades están polarizadas, hay mucho populismo y eso va a la política económica, que es inflacionista. Creo que todo nos va a llegar con un coste adicional. Vivimos un cambio de era, en el que si las tensiones sociales o políticas se intensifican, ¿por qué no podríamos acabar en un periodo parecido a los años 30 marcado por inflación y poco crecimiento?
¿Alguna vez le ha quedado una asignatura para septiembre?
En tercero de BUP me dejaron Dibujo Técnico y Educación Física y tuve que ir a hacer los exámenes en septiembre.
El lugar en el que veranea, ¿está ya saturado de turistas?
Veraneo yendo a ver a mis padres y a mis suegros, a Cádiz y Mallorca. El turismo de Cádiz es como muy familiar todavía, poco internacional. En Mallorca sí hay más gente, pero creo que la isla está sabiendo mantener el equilibrio y todavía quedan zonas paradisiacas.

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