Costa Rica, el santuario para el exilio nicaragüense que dejó de serlo

Sólo unas horas antes de su asesinato, Roberto Samcam había criticado duramente a Daniel Ortega y a su mujer, Rosario Murillo Leer Sólo unas horas antes de su asesinato, Roberto Samcam había criticado duramente a Daniel Ortega y a su mujer, Rosario Murillo Leer  

El sicario se hizo pasar por un repartidor para acceder el jueves al edificio del mayor retirado nicaragüense, Roberto Samcam, en Moravia, a las afueras de San José de Costa Rica. Lo hizo sin ningún problema: sabía de antemano que estaban cambiando los portones. Subió las escaleras y llamó a la puerta, que estaba abierta pero mantenía una reja metálica.

Samcam (67 años) acudió al llamado que le iba a costar la vida: recibió ocho balazos, varios en tórax y abdomen. El sicario huyó a la carrera y la hija del férreo opositor de Daniel Ortega encontró a su padre tendido en el suelo.

Las dictaduras de América Latina se acababan de cobrar una nueva víctima por ejecución transnacional, el siguiente capítulo al secuestro, tortura, asesinato y entierro bajo una tonelada de cemento del militar rebelde venezolano, Ronald Ojeda, en Santiago de Chile. Dos casos que guardan parecidos y diferencias: Samcam era una voz pública respetada en Costa Rica y Ojeda trabajaba en la clandestinidad por la libertad de su país.

El operativo realizado en Chile, ordenado por uno de los jefes del chavismo según la Fiscalía, necesitó de la intervención de un comando del famoso Tren de Aragua, bajo las órdenes de un agente de Inteligencia llegado desde Caracas. En el caso costarricense, la investigación acaba de empezar, pero en el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) del país centroamericano lo tienen tan claro como en Chile: se enfrentan a un crimen político.

«Roberto era una voz poderosa, planteaba denuncias directas frente a la dictadura. Pedimos justicia y solicitamos a todos los refugiados nicaragüenses tomar las medidas de seguridad respectivas», declaró a los medios locales Claudia Vargas, mujer de Samcam y activista de la Fundación Arias para la Paz, creada por el expresidente Óscar Arias, Premio Nobel de la Paz.

Sólo unas horas antes de su sicariato, Samcam había criticado duramente a Ortega y a su mujer, Rosario Murillo, como casi siempre. Al primero dedicó uno de sus libros, «Ortega, el calvario de Nicaragua«. Días antes, en su página de Facebook, el militar retirado, que llegó a ser comandante mayor del Ejército Nacional y fundador del Grupo Patriótico de Militares Retirados (GPMR), recordó la matanza del Día de las Madres, cuando «los francotiradores enviados por Daniel y Rosario se encargaron de la cosecha macabra de abatir jóvenes, casi niños, asesinados a larga distancia, desarmados».

Quince inocentes fueron asesinados aquel día de hace siete años, sólo unas semanas antes de que paramilitares atacaran el hogar de Samcam, obligándole a emprender el exilio. El opositor formó parte años más tarde del grupo de desnacionalizados a los que el gobierno español, en un gesto de solidaridad, concedió la nacionalidad española. Samcam era español desde julio de 2023. Grupos en el exilio han solicitado al gobierno español que actúe y colabore en la investigación de un crimen que «confirma la presencia de estructuras criminales al servicio de la dictadura».

El militar retirado había denunciado en reiteradas ocasiones las redes montadas por militares sandinistas en Costa Rica para actuar contra la oposición. En enero del año pasado, el disidente sandinista, Joao Maldonado, recibió varios balazos en el mismo país centroamericano, segundo atentado en sólo cuatro años. A Rodolfo Rojas le mataron en Honduras en 2022. Los tres estaban vinculados a la provincia de Carazo, donde la represión fue sangrienta durante la rebelión popular de 2018.

«Es inadmisible que los sicarios de la dictadura de Nicaragua operen con total libertad e impunidad en nuestro país», criticó de inmediato la expresidenta, Laura Chinchilla, sabedora del alcance de las células sandinistas. Treinta exmandatarios de la región han apoyado sus palabras.

Estupefacción, indignación y zozobra se mezclaban ayer en parecidas dosis entre los refugiados nicaragüenses en Costa Rica, que junto a Uruguay y Chile conforman un club exclusivo en la región: son las únicas democracias plenas, a la sombra de dictaduras, populismos, autoritarismos y gobiernos bajo presión. El santuario para los demócratas se ha confirmado que ya no lo es de la forma más sangrienta.

Las primeras dudas comenzaron a surgir con la llegada al poder del presidente, Rodrigo Chaves, en 2022. Sus medidas migratorias dificultaron sobremanera las gestiones para solicitar refugio cuando en paralelo mantenía relaciones cordiales con la dictadura. Sus comentarios sobre la carga económica que suponen los refugiados y su negativa a reconocer las redes desplegadas por agentes sandinistas en su país pusieron en alerta a los disidentes.

Más de medio millón de nicas viven hoy en Costa Rica, de los que 380.000 han solicitado refugio. Al menos son mil los dirigentes y activistas de primera línea en el país centroamericano.

«Las autoridades de Costa Rica no han sido eficientes con nuestras denuncias. La relación con las autoridades hoy es distante, incluso se han negado a reunirse con nosotros. Nos sentimos en riesgo por la presencia de agentes del régimen que disfrazan sus acciones como criminalidad común», confirmó a EL MUNDO,Ana Quirós, miembro del Consejo Político de la opositora Unidad Nacional Azul y Blanco.

Dudas y más dudas: en cuatro años las autoridades no han avanzado en los dos atentados contra Maldonado. Y por si fuera poco, entregaron al disidente Gamaliel Pérez Centeno al gobierno sandinista. Hoy está desaparecido.

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