Cuando un grupo de personas están charlando distendidamente y de repente coincide que todas han quedado calladas y se produce un silencio, suele utilizarse la expresión ‘Ha pasado un ángel’ o ‘Parece que ha pasado un ángel’ para señalar ese silencio que se ha producido.
El origen de esta locución la encontramos en siglos atrás, cuando en contextos cristianos se tenía el convencimiento de que un silencio inesperado durante una reunión indicaba la presencia del alma de un difunto relacionado con alguno de los presentes, por lo que se aprovechaba el momento para rezar en su memoria.
Sin embargo, esta práctica tiene un origen anterior al cristianismo, y es que en la Antigua Roma existía una curiosa costumbre: cuando alguien mencionaba el nombre de una persona fallecida durante una conversación, los presentes guardaban unos instantes de silencio en señal de respeto y homenaje. Este gesto, profundamente arraigado en la cultura romana, buscaba honrar la memoria del difunto.
Con el tiempo, esta costumbre evolucionó hasta convertirse en la creencia cristiana de que el alma de un difunto, representada simbólicamente por un ángel, había pasado por el lugar al producirse un silencio inesperado. Así nació la expresión que ha perdurado hasta nuestros días, transformándose en una manera poética de aludir a esos instantes de pausa inexplicable en medio de una conversación.
Disfruta de más curiosidades como esta en el nuevo libro de Alfred López: ‘Esto es CURIOSÍSIMO’
Cuando un grupo de personas están charlando distendidamente y de repente coincide que todas han quedado calladas y se produce un silencio, suele utilizarse la expresión ‘Ha pasado un ángel’ o ‘Parece que ha pasado un ángel’ para señalar ese silencio que se ha producido.
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El origen de esta locución la encontramos en siglos atrás, cuando en contextos cristianos se tenía el convencimiento de que un silencio inesperado durante una reunión indicaba la presencia del alma de un difunto relacionado con alguno de los presentes, por lo que se aprovechaba el momento para rezar en su memoria.
Sin embargo, esta práctica tiene un origen anterior al cristianismo, y es que en la Antigua Roma existía una curiosa costumbre: cuando alguien mencionaba el nombre de una persona fallecida durante una conversación, los presentes guardaban unos instantes de silencio en señal de respeto y homenaje. Este gesto, profundamente arraigado en la cultura romana, buscaba honrar la memoria del difunto.
Con el tiempo, esta costumbre evolucionó hasta convertirse en la creencia cristiana de que el alma de un difunto, representada simbólicamente por un ángel, había pasado por el lugar al producirse un silencio inesperado. Así nació la expresión que ha perdurado hasta nuestros días, transformándose en una manera poética de aludir a esos instantes de pausa inexplicable en medio de una conversación.
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