Detrás del éxito de 'Supervivientes': cómo atrapar el interés de la audiencia en tiempos difíciles

El debate sobre el corazón no funciona como antaño. Los famosos gestionan su popularidad de tú a tú a través de las redes sociales y ya ni el espectador ni ellos mismos mismos necesitan a la tele tradicional para alimentar su popularidad. Tampoco los realities de encierro tiran como antes. Ya todos protagonizamos la tele-realidad de nuestra vida con nuestro propio móvil. Y, en plena calle, sin necesidad de confinamiento, que ya bastante tuvimos en 2020. Pero, a pesar de este panorama explosivo que provoca un cambio de modelo televisivo, Supervivientes sigue disparando la audiencia de Telecinco. Su éxito es vital para una cadena que reinó con la prensa del cuore y la tele-realidad. Los náufragos mantienen el vigor de la congregación de gentes que despierta la tele de siempre. Pero, también, su capacidad de elevar la cuota de pantalla esconde cómo los responsables creativos del programa han entendido en qué momento está el espectador de hoy. Porque la tele es saber leer a tu sociedad. O no será.

Supervivientes ha logrado crecer en épica en estos dos últimos años. El show ya no se centra en el debate de horas y horas especulando sobre los concursantes en el decorado de cartón piedra de un plató y el contenido se teje desde Honduras. Allí los participantes no paran de protagonizar situaciones, ya sean con la adrenalina de los juegos físicos o con emociones compartidas a viva voz desde La Palapa. El concurso huye del cebo hacia ninguna parte del que ya está inmune el público y no da tregua en la aventura en vivo. Lo logra a pesar del más difícil todavía: la larga duración del prime time español.

Juanra Gonzalo, director general de Cuarzo, la compañía que produce actualmente Supervivientes, lo tiene claro: “Lo que interesa es ver el proceso que están viviendo los concursantes en Honduras. No tanto gente opinando tranquilamente sentados en un plató en Madrid. La escaleta la marca Honduras porque somos conscientes de lo que está pasando allí y de las historias que están pasando allí. Así hacemos las tres galas de cuatro horas desde el principio al final desde allí. Esto supone un esfuerzo para el equipo mucho mayor, un esfuerzo económico también mayor, porque hay que construir muchas más pruebas, más dinámicas, y hay que pensar muy bien en cómo se llena eso de contenido”, reflexiona.

Un formato internacional que solo España e Italia realizan con la imprevisibilidad del directo, recalca Juanra: “Es espectacular el trabajo que hace el departamento de producción para que todo funcione, el equipo de juegos, porque se montan, desmontan los juegos en un tiempo récord para además probarlos, testarlos y que nada falle, porque encima nosotros debemos adaptar todos los juegos a un escaleta con innumerables cortes de publicidad”.

Los juegos físicos, junto a la paradisiaca localización, son fundamentales para el éxito del programa, que atesora esa aureola aspiracional que hace preguntarse al espectador cómo lo haría si estuviera allí. “Nosotros siempre les decimos a los concursantes que hay tres partes muy importantes en el programa: una es la supervivencia, por supuesto, de cómo viven en la playa, cómo consiguen su comida, cómo buscan fuego, leña… Es decir, cómo sobreviven en las condiciones en las que están. La otra parte es la convivencia, que genera tensiones y conflictos que nos pasan con nuestros compañeros de piso, con nuestros familiares. Pues imagínate viviendo allí. Y, la tercera, son los juegos y los retos, que son los que les hacen auténticos supervivientes al lograr pasar pruebas en las condiciones en las que están. Y consiguen sacar fuerzas de donde no las tienen para completar esas pruebas tan complicadas”, argumenta el director de Cuarzo que también es responsable del otro éxito del canal, La isla de las tentaciones. Ambos espacios con una realización más cuidada que los realities de hace unos años. Su estética aprende de la ficción, pero con la radicalidad de la tele-realidad.

Lo que recuerda también que la televisión no es solo hablar, también es saber filmar. Mejor si hay una inversión para captar el interés del espectador con contenido real y no estirando el chicle con la nada. Lo que ha provocado una fuga de espectadores a otros lugares. En este sentido, Gonzalo también destaca la importancia de explicar a los concursantes antes de que emprendan la aventura lo que el programa quiere ser y lo que no. Otra clave clásica de la televisión: los prolegómenos, que ayudan a concretar con claridad el objetivo narrativo de cada formato, Aunque sea un concurso que lógicamente no se puede pronosticar. “Se habla antes con ellos, diciéndoles lo que se espera de ellos y, a partir de ahí, ya cada uno tiene que hacer su concurso”.

“Los concursantes tienen que valer para esas tres patas que son muy importantes para el programa. La supervivencia, fundamental. los juegos, que estén muy preparados físicamente y, también, que sean generosos en el reality y en la convivencia. Que en las galas que estamos en directo aporten a los presentadores”. Porque el buen reality funciona más con el aporte que con la pelea básica, que no sirve de mucho si el público no comprende la motivación. Ahí, la ironía de Jorge Javier Vázquez es perfecta, pues saca punta a los detalles y perfila como pocos la personalidad de cada participante. De otra forma, lo mismo hace Carlos Sobera con su campechanía -también con su punto de mordacidad- y destaca la empatía de Sandra Barneda, que se ha convertido en un referente para las nuevas generaciones tanto en Supervivientes como con La isla de las tentaciones. “La madurez que tiene ya Sandra es fundamental para un programa como ese. Transmite una calma, una tranquilidad. Cuando se tiene que poner seria, se pone seria, cuando les tiene que dar un cariño, les da un cariño, que es muy importante para nosotros». Complicado equilibrio, pero base para sembrar la honestidad entre los ruidos de la tele.

Al final, Supervivientes es un éxito porque es un programa de aventuras que transmite aventuras. De hecho, el desgaste físico evidente del casting una de sus claves. A diferencia de otros realities, en Supervivientes sí existe una evolución física de los participantes, que muestran su cansancio y su deterioro físico con el paso de los días. Los concursantes quedan transparentemente hechos polvo a ojos del espectador, con abundantes kilos de menos, más patas de gallo por tanto sol, melenas asalvajadas, barbas indómitas, nervios a flor de piel y miradas de hastío que evidencian que la dureza del concurso no es una falacia. Y todo visto desde un mar infinito con atardeceres de ensueño que aligeran cualquier sufrimiento desde casa. Hasta permitir al espectador imaginarse con estar allí, tostándose de salitre con Borja, Anita, Escassi y Montoya.

 Claves del programa de más éxito de Telecinco, junto con ‘La isla de las tentaciones’.  

El debate sobre el corazón no funciona como antaño. Los famosos gestionan su popularidad de tú a tú a través de las redes sociales y ya ni el espectador ni ellos mismos mismos necesitan a la tele tradicional para alimentar su popularidad. Tampoco los realities de encierro tiran como antes. Ya todos protagonizamos la tele-realidad de nuestra vida con nuestro propio móvil. Y, en plena calle, sin necesidad de confinamiento, que ya bastante tuvimos en 2020. Pero, a pesar de este panorama explosivo que provoca un cambio de modelo televisivo, Supervivientes sigue disparando la audiencia de Telecinco. Su éxito es vital para una cadena que reinó con la prensa del cuore y la tele-realidad. Los náufragos mantienen el vigor de la congregación de gentes que despierta la tele de siempre. Pero, también, su capacidad de elevar la cuota de pantalla esconde cómo los responsables creativos del programa han entendido en qué momento está el espectador de hoy. Porque la tele es saber leer a tu sociedad. O no será.

Supervivientes ha logrado crecer en épica en estos dos últimos años. El show ya no se centra en el debate de horas y horas especulando sobre los concursantes en el decorado de cartón piedra de un plató y el contenido se teje desde Honduras. Allí los participantes no paran de protagonizar situaciones, ya sean con la adrenalina de los juegos físicos o con emociones compartidas a viva voz desde La Palapa. El concurso huye del cebo hacia ninguna parte del que ya está inmune el público y no da tregua en la aventura en vivo. Lo logra a pesar del más difícil todavía: la larga duración del prime time español.

Juanra Gonzalo, director general de Cuarzo, la compañía que produce actualmente Supervivientes, lo tiene claro: “Lo que interesa es ver el proceso que están viviendo los concursantes en Honduras. No tanto gente opinando tranquilamente sentados en un plató en Madrid. La escaleta la marca Honduras porque somos conscientes de lo que está pasando allí y de las historias que están pasando allí. Así hacemos las tres galas de cuatro horas desde el principio al final desde allí. Esto supone un esfuerzo para el equipo mucho mayor, un esfuerzo económico también mayor, porque hay que construir muchas más pruebas, más dinámicas, y hay que pensar muy bien en cómo se llena eso de contenido”, reflexiona.

Un formato internacional que solo España e Italia realizan con la imprevisibilidad del directo, recalca Juanra: “Es espectacular el trabajo que hace el departamento de producción para que todo funcione, el equipo de juegos, porque se montan, desmontan los juegos en un tiempo récord para además probarlos, testarlos y que nada falle, porque encima nosotros debemos adaptar todos los juegos a un escaleta con innumerables cortes de publicidad”.

Los juegos físicos, junto a la paradisiaca localización, son fundamentales para el éxito del programa, que atesora esa aureola aspiracional que hace preguntarse al espectador cómo lo haría si estuviera allí. “Nosotros siempre les decimos a los concursantes que hay tres partes muy importantes en el programa: una es la supervivencia, por supuesto, de cómo viven en la playa, cómo consiguen su comida, cómo buscan fuego, leña… Es decir, cómo sobreviven en las condiciones en las que están. La otra parte es la convivencia, que genera tensiones y conflictos que nos pasan con nuestros compañeros de piso, con nuestros familiares. Pues imagínate viviendo allí. Y, la tercera, son los juegos y los retos, que son los que les hacen auténticos supervivientes al lograr pasar pruebas en las condiciones en las que están. Y consiguen sacar fuerzas de donde no las tienen para completar esas pruebas tan complicadas”, argumenta el director de Cuarzo que también es responsable del otro éxito del canal, La isla de las tentaciones. Ambos espacios con una realización más cuidada que los realities de hace unos años. Su estética aprende de la ficción, pero con la radicalidad de la tele-realidad. 

Lo que recuerda también que la televisión no es solo hablar, también es saber filmar. Mejor si hay una inversión para captar el interés del espectador con contenido real y no estirando el chicle con la nada. Lo que ha provocado una fuga de espectadores a otros lugares. En este sentido, Gonzalo también destaca la importancia de explicar a los concursantes antes de que emprendan la aventura lo que el programa quiere ser y lo que no. Otra clave clásica de la televisión: los prolegómenos, que ayudan a concretar con claridad el objetivo narrativo de cada formato, Aunque sea un concurso que lógicamente no se puede pronosticar. “Se habla antes con ellos, diciéndoles lo que se espera de ellos y, a partir de ahí, ya cada uno tiene que hacer su concurso”.

“Los concursantes tienen que valer para esas tres patas que son muy importantes para el programa. La supervivencia, fundamental. los juegos, que estén muy preparados físicamente y, también, que sean generosos en el reality y en la convivencia. Que en las galas que estamos en directo aporten a los presentadores”. Porque el buen reality funciona más con el aporte que con la pelea básica, que no sirve de mucho si el público no comprende la motivación. Ahí, la ironía de Jorge Javier Vázquez es perfecta, pues saca punta a los detalles y perfila como pocos la personalidad de cada participante. De otra forma, lo mismo hace Carlos Sobera con su campechanía -también con su punto de mordacidad- y destaca la empatía de Sandra Barneda, que se ha convertido en un referente para las nuevas generaciones tanto en Supervivientes como con La isla de las tentaciones. “La madurez que tiene ya Sandra es fundamental para un programa como ese. Transmite una calma, una tranquilidad. Cuando se tiene que poner seria, se pone seria, cuando les tiene que dar un cariño, les da un cariño, que es muy importante para nosotros». Complicado equilibrio, pero base para sembrar la honestidad entre los ruidos de la tele.

Al final, Supervivientes es un éxito porque es un programa de aventuras que transmite aventuras. De hecho, el desgaste físico evidente del casting una de sus claves. A diferencia de otros realities, en Supervivientes sí existe una evolución física de los participantes, que muestran su cansancio y su deterioro físico con el paso de los días. Los concursantes quedan transparentemente hechos polvo a ojos del espectador, con abundantes kilos de menos, más patas de gallo por tanto sol, melenas asalvajadas, barbas indómitas, nervios a flor de piel y miradas de hastío que evidencian que la dureza del concurso no es una falacia. Y todo visto desde un mar infinito con atardeceres de ensueño que aligeran cualquier sufrimiento desde casa. Hasta permitir al espectador imaginarse con estar allí, tostándose de salitre con Borja, Anita, Escassi y Montoya.

 20MINUTOS.ES – Televisión

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