Honky Tonk Heroes de Javier Márquez Sánchez (Silex, 2025)

Esa lírica de los fuera de la ley, el oeste contemporáneo, crepuscular, la mezcla entre los Siete samuráis y Centauros del desierto. Un análisis del folklore, de la narrativa clásica, el héroe, el amor, el viaje… redimirse, volver… Todo resumido en el bourbon que enciende los ojos. Honky Tonk Heroes de Javier Márquez Sánchez editado por Silex.

Imagina a Kris Kristofferson con esa belleza a lo Sam Shepard, el americano sano, hijo de su padre, su padre borracho, hijo que cambia y aguanta, aguanta el trago, atraviesa la noche y sueña con escribir canciones para Elvis Presley. Un tipo que se deja encender, gasolina, películas de vampiros (sí, claro, la primera vez que yo fui consciente del doble K fue con Blade, no lo niego. ¿Quizá un poco antes fue con la versión de Me and Bobby McGee? Adaptada por Gabriel Sopeña para el Compañeros de viaje de Loquillo y Trogloditas) Janis Joplin en el Chelsea Hotel. Leonard Cohen haciéndose pasar por Kris Kristofferson para poder llevarse a la cama a Janis. JjxKK. Una primavera, en el espacio, con y sin barba.

Comenzaríamos con los robos de almas en las encrucijadas, el blues más puro, seguiríamos con la cuadra de la Sun Records, algo de jazz en el este y Hank Williams bebiendo ricino, desinfectante, anfetaminas en la parte de atrás de un cádillac. Todo mezclado, con la melaza y el licor de patata, hasta dar lugar a los fuera de la ley. Y ojo, que fuera, finales de los sesenta, estaba Elvis grabando In the ghetto y Credence Clearwater Revival reinando en los pantanos… ¿Dónde está el rey de los lagartos?

En un lado los ingleses, narcotizados, en Francia, con Mick Taylor y ángel, Gram Parsons, pájaro en Mojave, rudos vaqueros, ese sonido de guitarra acústica, de steel guitar, de doce cuerdas… grabando discos sin sencillos, discos compactos. Marihuana y heroína, en vez del clásico whisky y las píldoras. Al final, todo se mezcla. Hasta pronto, señorita Carrusel. Sí, quizá ahí está el otro encuentro que tuvimos, unos cuantos años más adelante. Cuando se juntan, The Highwaymen, CSNY y Traveling Wilburys. Se juntan, todo va y viene, todo revival.

Sobreviven a los ochenta, poco a poco, entre Roy Orbison y canciones que se harían famosas, movimientos del alt country, que llegarán hasta nosotros a finales de los noventa, antes de Berlín, en tiempos de David Lynch, Peter Handke, Paris-Texas, Wim Wenders, Barry Gifford. Pienso en los tristes U2 intentando sonar auténticos bajo un cielo rojo con versiones de Bob Dylan y acartonadas colaboraciones con B.B King.

La banda sonora de Until the end of the world, algunas canciones, Flood, Julee Cruise haciendo «Summer Kisses, Winter Tears» y T-Bone Burnett: «Humans from Earth» y Daniel Lanois: «Sleeping in the Devil’s Bed». Llegaría The Wanderer con Johnny Cash. Cash, solo, sin más. Guitarra y poco más.

92 años de Willie Nelson. Con ese rollo de viejo hippie que esconde pólvora y grandes canciones. El recuerdo del anfetamínico Waylon, Phases and stages de 1974, el divorcio, arreglos, simples, guitarras, pianos, un poco más Fred Rose, Crying in the rain. On the road again. Más allá de Bob Dylan y bebiendo de Hank Williams y Woody Guthrie y Bob Seger y un dueto, tortilla de patata, vino bueno, pollo frito y Julio Iglesias. Y Kris con Wesley en Blade. Ya me perdonarán.

El estupendo análisis de la pelea entre Outlaws y Sonido Nashville, Jimmie Rodgers aclarando su garganta: las canciones que parecen flacas uvas de ira, la Gran Depresión, seguimos hacia los beatniks, pero Jack Kerouac prefería el jazz a las guitarras acústicas, vaqueros Levi´s en los noventa. Los beatniks y los outlaws mezclados por el la mezcolanza cultural del siglo XXI, solo un ácido destilado que ofrezca Bob Dylan podría tener sitio. 1975 Wanted the outlaw, Beach Boys, si es que las cosas en los ochenta tenían demasiados colores, como el remake de La diligencia, en color, como la versión de 1990 de La noche de los muertos vivientes.

Waylon Jennings, voraz, sacado, necesitado por reventar el sonido estándar. Así que lo mejor es que, cada canción que los escuchas, cada una de ellas, es el extracto, el jugo, el relato. Canciones que son el principio o el final. Que son el camino. Lugares míticos, ríos y moteles, caminos sin asfaltar, tribunales, armas de fuego, alcohol mal digerido. Los tres y otros compinches le pusieron nuevas cuerdas de nylon al cantar de gesta, al gesto del juglar. Un tío que se vuelve adicto a las anfetaminas y que, cuando las deja, le entra un hambre brutal. Las píldoras, botes por un par de dólares, de venta en farmacias, drugs&life. Las mismas que mantienen alerta a Cash, los dos, despiertos, paranoicos, con un arma cerca. Y después…

La idea de estos compositores que cantan temas de otros. Los tres, Willie Nelson, Waylon y Kris. El día que la música murió, como en la canción de John Milner de Gabriel Sopeña. Buddy Holly y Nelson, en el espacio mínimo que separa la gloria del olvido. Entre las anécdotas: 1975 con John Lennon escuchando I’m a Ramblin’ Man cantado por Waylon Jennings: «En Europa piensan que Jennings se dedica a disparar a la gente». Puede que eso pase.

En la segunda parte, Kris en el camino. Entre California y Nashville. Tres canciones y las tres nos iban a cambiar la vida, Jody and the kid por Roy Drusky, Ayúdame a cruzar la noche de Jerry Lee Lewis y, sí, otra vez, Me and Bobby McGee por Roger Miller. No más la mezcla de alcohol y caqui. Bajo la protección de Johnny Cash, en su show. La idea de un off con Bob Dylan cantando Lay lady lay, Kris, Joni Mitchell con Both sides now y Nash, todas las grandes voces, las guitarras mercuriales. Y el poema If de Rudyard Kipling recitado por Dennis Hopper, recién salido de Easy Rider.

Y a poco, Cash, cada vez más obsesionado con Sunday morning coming down, tanto que la haría parte de su repertorio (incluso en su mítica actuación en Glastonbury en 1994, el día que el sonido outlaw tomó el escenario de los noventa o en su disco grabado en la prisión de Folsom). El desayuno con cerveza hasta que vuelves a ser tú. El dolor se va, el dolor y un par de píldoras, a seguir, no le des más vueltas. Ya te lo conté

Kris fue el primer artista de música country que expuso con inteligencia la vulnerabilidad masculina. En 1970, su primer LP, pero es, tras la muerta de Janis Joplin y la revisión de su Me and Bobby McGee cuando la compañía se da cuenta de lo que tiene entre manos: guapo y con talento. Para componer, para cantar… y para actuar. Escucho estos días el disco del demonio y su lengua de plata y pienso en Sam Peckinpah, que dio al mundo la idea de grupo salvaje (wild bunch) e invitó a Kris a Convoy, Pat Garrett y Billy the Kid (donde Kris hace de Billy el niño) y Quiero la cabeza de Alfredo García. También Scorsese descubre el magnetismo salvaje de Krisfofferson, que sigue escribiendo y es capaz de componer Why me para aceptar a Cristo y que su hijo, el Jesús rockero Elvis, lo grabe como Why me lord. Era el primero, ya iba por delante de todos.

Volvemos a la capa de Paul English y The Family band, en los tiempos de Rolling Stones y David Bowie, es 1971, van a morir todos, Jimmy, Jim y Janis. Tantas sotas. Y Cohen, ya hemos hablado antes, pensaba que iban a por él. Y The Velvet Underground, todos de anfetas y sedantes. Guapos y delgados, menos Elvis, menos The Beatles, a punto de caer en la heroína y la jalea. ¿Y la psicodelia? Ya ya. Si es que no hay como escuchar Shotgun Willie para darse cuenta de que estaban de vuelta de todo.

¿Sabes de que habla Honky Tonk Heroes? No te rías, porque es un poco verdad: de gente que quiere escribir canciones para Elvis, de gente que ama a Cash y, sobre todo, del tiempo que pasaba el mundo esperando que apareciera Bob Dylan por sorpresa. Pero nunca lo hace.

Las mujeres, las que están y las que se han marchado. Miriam Eddy, bellezas, pero también compositoras, coristas, percusionistas, teclisas y guitarras. June Carter, evidentemente, pero para este libro, Jessi Colter. Las canciones, I´m not Lisa y el cover de Suspicious Mind. Los dos, Jessi y Waylon. Hemos pasado de Suspicious Mind hacia Always on my mind. Elvis. Jennings sigue en la pelea, se lleva premios con MacArthur Park. El rebelde, los rebeldes de Nashville.

Y, otro sitio, otro lugar, Armadillo. «Éramos estrellas en Texas, pero en Nashville nos consideraban cantantes perdedores». El fuego, el lugar, la década de los setenta. El verano del amor llegó, como muy bien dice el autor, un lustro más tarde. De 1967 a 1972. Todo era más turbio. Ácido y heroína. Pero allí, en el cuartel general de Armadillo, se juntan hasta treinta mil personas. Los hippies se ponen vaqueros y los vaqueros se dejan el pelo más largo. Dejan de aparecer en los Honky Tonk el cartel de “Prohibido el paso a los hippies”. Las fiestas del 4 de julio de Willie Nelson.

De Nashville a Texas, la santa trinidad tejana y aparece el recuerdo de dos poetas magníficos, intensos, que habían aparecido en este texto antes: por un lado Guy Clark (que abrió el camino para gente como Steve Earle) y, por otro, Townes Van Zandt, que llegó a nuestras habitaciones por la versión de Nacho Vegas (digo las nuestras, quizá sea la mía solo). Me permite profundizar, aquel tipo, él y Susanna, el vértice de un bello triángulo. Una película documental, importante: Heartworn Highways.

Y, nombrado Steve Earle, también nombro, por mi parte, a Warren Zevon, y pienso en el gran Jose Lapuente, miembro de Proscristos y Dos Lunas. Y no olviden el nombre, Proscritos. Él me habló de los fuera de la ley, su estática del desierto del Mojave, mezclando a Lorca con Dylan, a 091 con Allen Ginsberg. Y en los vasos de vinos caliente en el Hemisferio, donde Connie Corleone pinchaba a Steve Earle a mitad de los noventa. Y esas canciones de estos dos poetas, grabados por casi todos los fuera de la ley: Desperados waiting for a train de Clark y Pancho and Lefty de Van Zandt.

Es lo bueno de estos creadores, se mezclan las canciones, componen entre ellos, juntos, se cambian los temas. Puedes seguir y buscar las mejores versiones, disfrutar los discos, las voces. Escuchar las dos en la voz de Steve Earle.

Una balada del seis dedos: un listado de los que han grabado los temas de Billy Joe Shaver: los tres, la trinidad, Cash, Presley y Dylan. Escucha, ha llegado el cristiano a la ciudad y sacará a golpes a los comerciantes del templo. En la lengua de plata. Sin dedos suficientes como para trabajar, pero sí para escribir, beber, tocar… sí, Bob, si no va él, al menos sí Billy, I Feel a Change Comin’ On.

Y más fiestas, encuentros, conciertos, una multitud, Festival Dripping Springs, ¿pero aparece Dylan o no? Buena pregunta. En un Hillbilly Center, los hermanos, Glaser, en el libro de Elvis, ya aparecen los temas: Gentle on my mind de John Hartford (vuelvo a lo de Elvis, al libro). O Los Byrds de 1968 que están por ahí, ojo, canciones de Baltimore y Byrds con Gram Parsons registrando Sweetheart of the Rodeo (Sing me back home).

Denostados, enfarlopados, jugando en una noche eterna a las máquinas de millón. Casi trescientas páginas para llegar a descubrir qué es ser un fuera de la ley. Con el tiempo, las novelas, las historias, el cine, había hecho románticas a figuras como Jesse Janes o Billy el niño. Pulp y novelas de a duro, como Robin Hood atragantados, esos proscritos, claro, que me devuelven unos párrafos atrás a Jose Lapuente y su banda, finales de los ochenta. Es Jennings el que lo deja claro: «Para nosotros ser Outlaw significaba defender tus derechos».

Boxeadores, sindicalistas, hombres armados, borrachos, adictos, proxenetas, poetas, suicidas, generosos, admiradores sinceros del trabajo de los demás… este libro nos sumerge en un mundo de historias, de canciones, pero va más allá de la estética, es un trasunto temporal que transcurre en paralelo con la historia de Estados Unidos, sus cambios, sus inercias, además, claro, de ser un nutritivo manual para acercarse a esta música que parece pura y de oro, pero que supone, en realidad, uno de los ejercicios de mestizaje entre las distintas capas sociales y culturales más importantes de las últimas décadas del siglo pasado.

 Los forajidos de la música country. Fuera de la ley.  

Esa lírica de los fuera de la ley, el oeste contemporáneo, crepuscular, la mezcla entre los Siete samuráis y Centauros del desierto. Un análisis del folklore, de la narrativa clásica, el héroe, el amor, el viaje… redimirse, volver… Todo resumido en el bourbon que enciende los ojos. Honky Tonk Heroes de Javier Márquez Sánchez editado por Silex.

recorte
recorteOctavio Gómez

Imagina a Kris Kristofferson con esa belleza a lo Sam Shepard, el americano sano, hijo de su padre, su padre borracho, hijo que cambia y aguanta, aguanta el trago, atraviesa la noche y sueña con escribir canciones para Elvis Presley. Un tipo que se deja encender, gasolina, películas de vampiros (sí, claro, la primera vez que yo fui consciente del doble K fue con Blade, no lo niego. ¿Quizá un poco antes fue con la versión de Me and Bobby McGee? Adaptada por Gabriel Sopeña para el Compañeros de viaje de Loquillo y Trogloditas) Janis Joplin en el Chelsea Hotel. Leonard Cohen haciéndose pasar por Kris Kristofferson para poder llevarse a la cama a Janis. JjxKK. Una primavera, en el espacio, con y sin barba.

Comenzaríamos con los robos de almas en las encrucijadas, el blues más puro, seguiríamos con la cuadra de la Sun Records, algo de jazz en el este y Hank Williams bebiendo ricino, desinfectante, anfetaminas en la parte de atrás de un cádillac. Todo mezclado, con la melaza y el licor de patata, hasta dar lugar a los fuera de la ley. Y ojo, que fuera, finales de los sesenta, estaba Elvis grabando In the ghetto y Credence Clearwater Revival reinando en los pantanos… ¿Dónde está el rey de los lagartos?

recorte
recorteOctavio Gómez

En un lado los ingleses, narcotizados, en Francia, con Mick Taylor y ángel, Gram Parsons, pájaro en Mojave, rudos vaqueros, ese sonido de guitarra acústica, de steel guitar, de doce cuerdas… grabando discos sin sencillos, discos compactos. Marihuana y heroína, en vez del clásico whisky y las píldoras. Al final, todo se mezcla. Hasta pronto, señorita Carrusel. Sí, quizá ahí está el otro encuentro que tuvimos, unos cuantos años más adelante. Cuando se juntan, The Highwaymen, CSNY y Traveling Wilburys. Se juntan, todo va y viene, todo revival.

Sobreviven a los ochenta, poco a poco, entre Roy Orbison y canciones que se harían famosas, movimientos del alt country, que llegarán hasta nosotros a finales de los noventa, antes de Berlín, en tiempos de David Lynch, Peter Handke, Paris-Texas, Wim Wenders, Barry Gifford. Pienso en los tristes U2 intentando sonar auténticos bajo un cielo rojo con versiones de Bob Dylan y acartonadas colaboraciones con B.B King

recorte
recorteOctavio Gómez

La banda sonora de Until the end of the world, algunas canciones, Flood, Julee Cruise haciendo «Summer Kisses, Winter Tears» y T-Bone Burnett: «Humans from Earth» y Daniel Lanois: «Sleeping in the Devil’s Bed». Llegaría The Wanderer con Johnny Cash. Cash, solo, sin más. Guitarra y poco más.

92 años de Willie Nelson. Con ese rollo de viejo hippie que esconde pólvora y grandes canciones. El recuerdo del anfetamínico Waylon, Phases and stages de 1974, el divorcio, arreglos, simples, guitarras, pianos, un poco más Fred Rose, Crying in the rain. On the road again. Más allá de Bob Dylan y bebiendo de Hank Williams y Woody Guthrie y Bob Seger y un dueto, tortilla de patata, vino bueno, pollo frito y Julio Iglesias. Y Kris con Wesley en Blade. Ya me perdonarán.

recorte
recorteOctavio Gómez

El estupendo análisis de la pelea entre Outlaws y Sonido Nashville, Jimmie Rodgers aclarando su garganta: las canciones que parecen flacas uvas de ira, la Gran Depresión, seguimos hacia los beatniks, pero Jack Kerouac prefería el jazz a las guitarras acústicas, vaqueros Levi´s en los noventa. Los beatniks y los outlaws mezclados por el la mezcolanza cultural del siglo XXI, solo un ácido destilado que ofrezca Bob Dylan podría tener sitio. 1975 Wanted the outlaw, Beach Boys, si es que las cosas en los ochenta tenían demasiados colores, como el remake de La diligencia, en color, como la versión de 1990 de La noche de los muertos vivientes.

Waylon Jennings, voraz, sacado, necesitado por reventar el sonido estándar. Así que lo mejor es que, cada canción que los escuchas, cada una de ellas, es el extracto, el jugo, el relato. Canciones que son el principio o el final. Que son el camino. Lugares míticos, ríos y moteles, caminos sin asfaltar, tribunales, armas de fuego, alcohol mal digerido. Los tres y otros compinches le pusieron nuevas cuerdas de nylon al cantar de gesta, al gesto del juglar. Un tío que se vuelve adicto a las anfetaminas y que, cuando las deja, le entra un hambre brutal. Las píldoras, botes por un par de dólares, de venta en farmacias, drugs&life. Las mismas que mantienen alerta a Cash, los dos, despiertos, paranoicos, con un arma cerca. Y después…

recorte
recorteOctavio Gómez

La idea de estos compositores que cantan temas de otros. Los tres, Willie Nelson, Waylon y Kris. El día que la música murió, como en la canción de John Milner de Gabriel Sopeña. Buddy Holly y Nelson, en el espacio mínimo que separa la gloria del olvido. Entre las anécdotas: 1975 con John Lennon escuchando I’m a Ramblin’ Man cantado por Waylon Jennings: «En Europa piensan que Jennings se dedica a disparar a la gente». Puede que eso pase.

recorte
recorteOctavio Gómez

En la segunda parte, Kris en el camino. Entre California y Nashville. Tres canciones y las tres nos iban a cambiar la vida, Jody and the kid por Roy Drusky, Ayúdame a cruzar la noche de Jerry Lee Lewis y, sí, otra vez, Me and Bobby McGee por Roger Miller. No más la mezcla de alcohol y caqui. Bajo la protección de Johnny Cash, en su show. La idea de un off con Bob Dylan cantando Lay lady lay, Kris, Joni Mitchell con Both sides now y Nash, todas las grandes voces, las guitarras mercuriales. Y el poema If de Rudyard Kipling recitado por Dennis Hopper, recién salido de Easy Rider.

Y a poco, Cash, cada vez más obsesionado con Sunday morning coming down, tanto que la haría parte de su repertorio (incluso en su mítica actuación en Glastonbury en 1994, el día que el sonido outlaw tomó el escenario de los noventa o en su disco grabado en la prisión de Folsom). El desayuno con cerveza hasta que vuelves a ser tú. El dolor se va, el dolor y un par de píldoras, a seguir, no le des más vueltas. Ya te lo conté

Kris fue el primer artista de música country que expuso con inteligencia la vulnerabilidad masculina. En 1970, su primer LP, pero es, tras la muerta de Janis Joplin y la revisión de su Me and Bobby McGee cuando la compañía se da cuenta de lo que tiene entre manos: guapo y con talento. Para componer, para cantar… y para actuar. Escucho estos días el disco del demonio y su lengua de plata y pienso en Sam Peckinpah, que dio al mundo la idea de grupo salvaje (wild bunch) e invitó a Kris a Convoy, Pat Garrett y Billy the Kid (donde Kris hace de Billy el niño) y Quiero la cabeza de Alfredo García. También Scorsese descubre el magnetismo salvaje de Krisfofferson, que sigue escribiendo y es capaz de componer Why me para aceptar a Cristo y que su hijo, el Jesús rockero Elvis, lo grabe como Why me lord. Era el primero, ya iba por delante de todos.

Volvemos a la capa de Paul English y The Family band, en los tiempos de Rolling Stones y David Bowie, es 1971, van a morir todos, Jimmy, Jim y Janis. Tantas sotas. Y Cohen, ya hemos hablado antes, pensaba que iban a por él. Y The Velvet Underground, todos de anfetas y sedantes. Guapos y delgados, menos Elvis, menos The Beatles, a punto de caer en la heroína y la jalea. ¿Y la psicodelia? Ya ya. Si es que no hay como escuchar Shotgun Willie para darse cuenta de que estaban de vuelta de todo.

recorte
recorteOctavio Gómez
¿Sabes de que habla Honky Tonk Heroes? No te rías, porque es un poco verdad: de gente que quiere escribir canciones para Elvis, de gente que ama a Cash y, sobre todo, del tiempo que pasaba el mundo esperando que apareciera Bob Dylan por sorpresa. Pero nunca lo hace.

Las mujeres, las que están y las que se han marchado. Miriam Eddy, bellezas, pero también compositoras, coristas, percusionistas, teclisas y guitarras. June Carter, evidentemente, pero para este libro, Jessi Colter. Las canciones, I´m not Lisa y el cover de Suspicious Mind. Los dos, Jessi y Waylon. Hemos pasado de Suspicious Mind hacia Always on my mind. Elvis. Jennings sigue en la pelea, se lleva premios con MacArthur Park. El rebelde, los rebeldes de Nashville.

recorte
recorteOctavio Gómez

Y, otro sitio, otro lugar, Armadillo. «Éramos estrellas en Texas, pero en Nashville nos consideraban cantantes perdedores». El fuego, el lugar, la década de los setenta. El verano del amor llegó, como muy bien dice el autor, un lustro más tarde. De 1967 a 1972. Todo era más turbio. Ácido y heroína. Pero allí, en el cuartel general de Armadillo, se juntan hasta treinta mil personas. Los hippies se ponen vaqueros y los vaqueros se dejan el pelo más largo. Dejan de aparecer en los Honky Tonk el cartel de “Prohibido el paso a los hippies”. Las fiestas del 4 de julio de Willie Nelson.

De Nashville a Texas, la santa trinidad tejana y aparece el recuerdo de dos poetas magníficos, intensos, que habían aparecido en este texto antes: por un lado Guy Clark (que abrió el camino para gente como Steve Earle) y, por otro, Townes Van Zandt, que llegó a nuestras habitaciones por la versión de Nacho Vegas (digo las nuestras, quizá sea la mía solo). Me permite profundizar, aquel tipo, él y Susanna, el vértice de un bello triángulo. Una película documental, importante: Heartworn Highways.

Y, nombrado Steve Earle, también nombro, por mi parte, a Warren Zevon, y pienso en el gran Jose Lapuente, miembro de Proscristos y Dos Lunas. Y no olviden el nombre, Proscritos. Él me habló de los fuera de la ley, su estática del desierto del Mojave, mezclando a Lorca con Dylan, a 091 con Allen Ginsberg. Y en los vasos de vinos caliente en el Hemisferio, donde Connie Corleone pinchaba a Steve Earle a mitad de los noventa. Y esas canciones de estos dos poetas, grabados por casi todos los fuera de la ley: Desperados waiting for a train de Clark y Pancho and Lefty de Van Zandt

Es lo bueno de estos creadores, se mezclan las canciones, componen entre ellos, juntos, se cambian los temas. Puedes seguir y buscar las mejores versiones, disfrutar los discos, las voces. Escuchar las dos en la voz de Steve Earle.

recorte
recorteOctavio Gómez

Una balada del seis dedos: un listado de los que han grabado los temas de Billy Joe Shaver: los tres, la trinidad, Cash, Presley y Dylan. Escucha, ha llegado el cristiano a la ciudad y sacará a golpes a los comerciantes del templo. En la lengua de plata. Sin dedos suficientes como para trabajar, pero sí para escribir, beber, tocar… sí, Bob, si no va él, al menos sí Billy, I Feel a Change Comin’ On.

recorte
recorteOctavio Gómez

Y más fiestas, encuentros, conciertos, una multitud, Festival Dripping Springs, ¿pero aparece Dylan o no? Buena pregunta. En un Hillbilly Center, los hermanos, Glaser, en el libro de Elvis, ya aparecen los temas: Gentle on my mind de John Hartford (vuelvo a lo de Elvis, al libro). O Los Byrds de 1968 que están por ahí, ojo, canciones de Baltimore y Byrds con Gram Parsons registrando Sweetheart of the Rodeo (Sing me back home).

Denostados, enfarlopados, jugando en una noche eterna a las máquinas de millón. Casi trescientas páginas para llegar a descubrir qué es ser un fuera de la ley. Con el tiempo, las novelas, las historias, el cine, había hecho románticas a figuras como Jesse Janes o Billy el niño. Pulp y novelas de a duro, como Robin Hood atragantados, esos proscritos, claro, que me devuelven unos párrafos atrás a Jose Lapuente y su banda, finales de los ochenta. Es Jennings el que lo deja claro: «Para nosotros ser Outlaw significaba defender tus derechos».

recorte
recorteOctavio Gómez

Boxeadores, sindicalistas, hombres armados, borrachos, adictos, proxenetas, poetas, suicidas, generosos, admiradores sinceros del trabajo de los demás… este libro nos sumerge en un mundo de historias, de canciones, pero va más allá de la estética, es un trasunto temporal que transcurre en paralelo con la historia de Estados Unidos, sus cambios, sus inercias, además, claro, de ser un nutritivo manual para acercarse a esta música que parece pura y de oro, pero que supone, en realidad, uno de los ejercicios de mestizaje entre las distintas capas sociales y culturales más importantes de las últimas décadas del siglo pasado.

 20MINUTOS.ES – Cultura

Te Puede Interesar