Hace meses que el índice de precios se mueve en torno al 2%, un ‘nirvana’ para los argentinos. También se reactivó el instinto de supervivencia tras las últimas palabras del estadounidense Leer Hace meses que el índice de precios se mueve en torno al 2%, un ‘nirvana’ para los argentinos. También se reactivó el instinto de supervivencia tras las últimas palabras del estadounidense Leer
Javier Milei puede estar muy agradecido de que el peronismo no le haya hecho caso a la ex presidenta Cristina Kirchner. Es en parte gracias a eso que el jefe de Estado argentino logró el domingo una victoria tan contundente en las elecciones legislativas de medio mandato, un éxito que lo consolida en los dos años que le restan en la Casa Rosada.
Dos años… ¿ o seis? El propio Milei abrió este lunes, durante una entrevista televisiva, la perspectiva clara de una reelección en 2027: «Tendré dos o seis años más».
¿Cómo se llegó a este resultado, a un 40,65% para los candidatos de Milei contra un 31,7% de los del peronismo?
Una de las razones está en la provincia de Buenos Aires, la más poblada y poderosa del país, que concentra el 38% de los votos de Argentina. Cuando el peronista Axel Kicillof, que la gobierna desde hace seis años, decidió desdoblar los comicios y adelantar para el 7 de septiembre la votación a cargos provinciales, Cristina Kirchner montó en cólera: la ex presidenta entendía que esa decisión perjudicaba la misión última, que era sumar la mayor cantidad de diputados el 26 de octubre para condicionar a Milei.
Sin embargo, cuando el peronismo ganó aquella elección provincial con más de 13 puntos de ventaja sobre el partido de Milei, en Argentina se instaló la idea de una jugada genial del gobernador, al que ya se veía como presidenciable para 2027. Pero no, Cristina tenía razón.
«El miedo a que la advertencia o el castigo al Gobierno por algunos desacuerdos con sus políticas y formas terminara poniéndolo al borde del colapso y resucitara al kirchnerismo movilizó de manera extraordinaria a sus electores más blandos y más duramente antikirchneristas. Los dolores del ajuste pasaron a un segundo plano», destacó este lunes en La Nación el analista Claudio Jacquelin. La elección del 7 de septiembre fue «una especie de primaria o de primera vuelta que movilizó y reunió el voto antiperonista y, más aún, el de los antikirchneristas«, añadió.
Que la ex presidenta saliera al balcón de su prisión domiciliaria y se marcara un bailecito en medio de la noche y la debacle del partido que preside suma solo más preguntas acerca de hacia dónde se dirige el movimiento político más influyente en los últimos 80 años de la historia argentina.
La provincia de Buenos Aires, sin embargo, no alcanza por sí sola para explicar lo sucedido el domingo, un nuevo capítulo de esa serie que lleva varias temporadas y que en el octavo país más grande del mundo se resume con jocosa ironía bajo el nombre de «Argentina, no lo entenderías».
La bajada de la inflación fue decisiva en el éxito de La Libertad Avanza (LLA), el partido de Milei. Hace meses que el índice de aumento de los precios se mueve en torno al 2% mensual, a veces más, a veces menos. La cifra, una catástrofe económica para casi cualquier país, es sin embargo la antesala del nirvana para los argentinos, que conviven desde hace décadas, salvo breves intervalos, con una inflación de niveles inimaginables. Ir al almacén y que los productos cuesten mes tras mes prácticamente lo mismo es una sensación desconocida para muchos argentinos. Todo está carísimo, es cierto, y un 60% de la población se queja de que no llega a fin de mes. Pero al menos se sabe lo que cuestan las cosas, se puede mínimamente planificar.
En los hiperpolitizados y a veces demasiado ideologizados cenáculos de los medios y los analistas políticos argentinos, el valor intangible (y tangible) que implica una inflación bajo control progresivo fue quizás subestimado. Y la promesa de Milei de que en agosto de 2026 la inflación iba a ser «cero», también.
Lo sintetizó con agudeza este lunes Ricardo Kirschbaum, legendario periodista argentino al frente de Clarín, el diario más leído del país: de la debilidad política de Milei nació, paradójicamente, la fuerza que lo llevó a ganar las elecciones de este domingo. «La debilidad del Gobierno de Milei, política y económica, despertó un reflejo que ninguna encuesta pudo auscultar. Esa fragilidad anticipaba que, otra vez, si Milei pendía de un hilo, las reglas de juego volverían a cambiar, con un pronóstico tumultuoso de la economía, la política y la vida cotidiana de la gente».
En medio de la sorpresa de la noche electoral, el sociólogo y analista político Eduardo Fidanza enfatizó una idea: la Argentina no es peronista, no es mayoritariamente peronista. Joaquín Morales Solá, analista político de La Nación, avanzó en esa idea. «Los simpatizantes de lo que fue Juntos por el Cambio [la coalición social-liberal en torno a Mauricio Macri] es un núcleo integrado mayormente por argentinos que no les gusta el peronismo. Fueron a votar, sobre todo, contra el regreso del peronismo, ya totalmente colonizado por el kirchnerismo y por su jefa».
El politólogo y consultor Federico Zapata lo resumió con ironía: «El antikirchnerismo es hoy el principal movimiento social de masas en la Argentina».
El debut de la papeleta única fue otra clave. Sin la profusión de papeletas electorales de cada partido, el nuevo sistema limitó notablemente el poder de la corporación política y se lo entregó a los ciudadanos.
Andrés Malamud, argentino y profesor en la Universidad de Lisboa, sigue la política de su país desde su atalaya sobre el Atlántico, y muchas veces la distancia le permite apreciar mejor los detalles.
– ¿Cómo se explica lo que sucedió?
– Alta inflación vs. estabilización y temor a perder el crédito.
– ¿De qué crédito habla?
– Hipotecario y de compras en cuotas. Es un regreso a 1995, la apoteosis del menemismo.
– ¿Peso entonces más el patriotismo proyanqui que el patriotismo antiyanqui que impulsó el peronismo?
– Algo así.
Cuando Malamud dice a EL MUNDO «algo así», se evita progresar en un análisis que lo llevaría a decir que, así como Cristina Kirchner tenía razón, el otro que tuvo razón fue Donald Trump.
El presidente de los Estados Unidos recurrió a su estilo brutal dos semanas atrás en la Casa Blanca cuando dijo, con Milei sentado enfrente suyo, que si no ganaba las elecciones, su entusiasmo por sostener e impulsar la economía argentina no duraría mucho. Y redobló la apuesta días más tarde, a bordo del Air Force One, al trazar una descripción desgarradora, casi humillante de Argentina, un país que, dijo, «se está muriendo» y «no tiene nada».
Las palabras de Trump funcionaron. Para buena parte de las nuevas generaciones, el antiamericanismo no es una pasión, los viejos eslóganes del peronismo no funcionan con ellos. Si Trump propone una asistencia financiera récord a Argentina y una «lluvia de inversiones», ¿por qué no subirse a ese barco? Y muchos se subieron, porque si no era ese barco, ¿cuál era la esperanza? ¿Acaso China?
Lo que activó el factor Trump, entonces, no fue el espíritu nacionalista de los argentinos, sino su instinto de supervivencia.
Este lunes, los mercados financieros recibieron el éxito de Milein con notable euforia. Bonos y acciones subieron hasta un 50% y el peso se revalorizó un 5%. Ya lo había dicho el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent: toda su vida se dedicó a comprar barato para vender más caro, y no es otra cosa lo quiere hacer en Argentina con el paquete de 40.000 millones de dólares que se está comenzando a activar.
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