Mientras el mundo languidece y duerme, Javier Pérez Campos (1989) escribe ansioso por encontrarse con esas historias que la noche le brinda con su manto oscuro y misterioso. De esas veladas insomnes (cuando sus mellizos Chloé y Mario, de 5 años, lo han permitido) el escritor y periodista ha sacado un material recogido bajo el título de Nocturnos (Planeta), que habla de tinieblas y de que el hombre no está hecho para vivir en oscuridad, de ahí su miedo, y de ahí la inspiración de Pérez Campos. Y hace una sugerencia lectora: «Fui testigo de cómo los sentidos se desarrollan especialmente, y quería intentar trasladar eso a los lectores, proponiéndoles el juego de leer el libro solo de noche»
Así empezó todo: «Me puse una norma para escribir Nocturnos: hacerlo, siempre, al caer la noche. Si quería, de verdad, homenajear al crepúsculo, lo más honesto sería refugiarme en él para completar el libro. Así que, durante meses, al acostar a mis hijos, con solo un flexo, escribía sobre asesinos en serie, jinetes sin cabeza, princesas vampirizadas y doctores empeñados en romper las fronteras del amor más allá de la muerte», recuerda el autor.
El escritor cita a un grupo de periodistas en un restaurante del centro de Madrid que tiene una peculiaridad: hay que comer sin luz de ningún tipo. Nos obligan a dejar los móviles e incluso los relojes si las saetas son reflectantes. El lugar, llamado Dans le noir (En la oscuridad o en lo negro) permite que durante unas horas, el comensal sepa lo que es vivir en la negritud total, dejándose llevar solo por sonidos, atisbos de ruido y voces. «Cuando llega la oscuridad y la vista deja de ser nuestro principal aliado, otros sentidos, como el gusto o el oído, se agudizan aún más», precisa Pérez Campos sobre esta circunstancia casi paralizante. ‘Veremos’.
La voz de Pérez Campos resuena, pues, entre el uso torpe de los cubiertos, que caen al suelo inevitablemente, y entre los pasos de los camareros, invidentes, que ‘ven’ mucho más que los presentes a través de sus manos, y que propician un ambiente apacible para que el autor hable, como un espíritu surgido del abismo.
Pérez Campos parte de un aviso: aunque los pasajes recogidos en Nocturnos están novelados, todos son reales, como lo demuestran las 450 referencias bibliográficas consultadas y citadas entre libros, reportajes, entrevistas, grabaciones y artículos. Un recorrido que le ha llevado 20 años de búsqueda y documentación.
Así, el libro, editado bellamente con una cubierta negra y una luna en eclipse, contiene historias como la del jinete sin cabeza, un clásico de Halloween, basado en La leyenda de Sleepy Hollow, de Irving Washington.
También recoge el libro el siniestro perfil del cazador de Anchorage, el vecino y padre de familia ejemplar que mató a veinte mujeres después de cazarlas y dejarlas escapar.
Por no hablar de El payaso, ese ser que atemoriza a la gente con su risa histriónica y su disfraz, que produce una fobia generalizada entre mayores y grandes y que está inspirado en It, de Stephen King, uno de los referentes literarios del autor.
O la enferma de tuberculosis Elena Milagro Hoyo, a la que su amor, el médico que la atendía, mataría para conservar su cadáver diez años dentro de su cama. Y también la expedición de jóvenes rusos que hicieron una dura ruta en los Urales y aparecieron muertos, sin ropa, en medio de la nieve y perfectamente alineados.
El miedo y, a un tiempo, la atracción que produce la noche es el leitmotiv de este nuevo libro de Pérez Campos, quien a menudo traspasa la fina línea que hay entre lo verdadero y lo imaginado, siempre a lomos de la investigación y de la información en sus libros y en programas como Cuarto milenio y Horizonte.
Pérez Campos maneja asimismo estudios muy interesantes, «como los que llevó a cabo el neurólogo y psiquiatra Oliver Sacks, que utilizó el término ‘síndrome del atardecer'» para hacer referencia a cómo muchos de sus pacientes con problemas cognitivos experimentaban importantes estados de empeoramiento cuando caía el sol. El estado del escritor no es de alienación, sino de entusiasmo por este ‘experimento editorial’ que nace en esas noches truculentas.
En donde estamos, ni el sol más aguerrido de un desierto podría penetrar para iluminar ciertos temores que sobrevuelan el ambiente, con los relatos que introduce Pérez Campos. Será porque el espíritu de Halloween, al que ningún alma que se precie es ajeno, mimetiza el acto.
«Quizás el vampiro o los monstruos literarios que aparecen en este libro nacieran como respuesta al miedo incomprensible que nos produce la última fase del día. Y aunque ya nadie cree en seres imposibles, esos miedos que trae la noche siguen vivos, aunque ahora sean otros, mucho menos ingenuos e inocentes, pero igual de letales». Palabra de noctámbulo, palabra de Nocturno.
El escritor desbroza un escaparate de seres aterradores, donde la ficción se mezcla con la realidad y que se publica coincidiendo con Halloween, la noche del 31.
Mientras el mundo languidece y duerme, Javier Pérez Campos (1989) escribe ansioso por encontrarse con esas historias que la noche le brinda con su manto oscuro y misterioso. De esas veladas insomnes (cuando sus mellizos Chloé y Mario, de 5 años, lo han permitido) el escritor y periodista ha sacado un material recogido bajo el título de Nocturnos (Planeta), que habla de tinieblas y de que el hombre no está hecho para vivir en oscuridad, de ahí su miedo, y de ahí la inspiración de Pérez Campos. Y hace una sugerencia lectora: «Fui testigo de cómo los sentidos se desarrollan especialmente, y quería intentar trasladar eso a los lectores, proponiéndoles el juego de leer el libro solo de noche»
Así empezó todo: «Me puse una norma para escribir Nocturnos: hacerlo, siempre, al caer la noche. Si quería, de verdad, homenajear al crepúsculo, lo más honesto sería refugiarme en él para completar el libro. Así que, durante meses, al acostar a mis hijos, con solo un flexo, escribía sobre asesinos en serie, jinetes sin cabeza, princesas vampirizadas y doctores empeñados en romper las fronteras del amor más allá de la muerte», recuerda el autor.
El escritor cita a un grupo de periodistas en un restaurante del centro de Madrid que tiene una peculiaridad: hay que comer sin luz de ningún tipo. Nos obligan a dejar los móviles e incluso los relojes si las saetas son reflectantes. El lugar, llamado Dans le noir (En la oscuridad o en lo negro) permite que durante unas horas, el comensal sepa lo que es vivir en la negritud total, dejándose llevar solo por sonidos, atisbos de ruido y voces. «Cuando llega la oscuridad y la vista deja de ser nuestro principal aliado, otros sentidos, como el gusto o el oído, se agudizan aún más», precisa Pérez Campos sobre esta circunstancia casi paralizante. ‘Veremos’.
La voz de Pérez Campos resuena, pues, entre el uso torpe de los cubiertos, que caen al suelo inevitablemente, y entre los pasos de los camareros, invidentes, que ‘ven’ mucho más que los presentes a través de sus manos, y que propician un ambiente apacible para que el autor hable, como un espíritu surgido del abismo.

Pérez Campos parte de un aviso: aunque los pasajes recogidos en Nocturnos están novelados, todos son reales, como lo demuestran las 450 referencias bibliográficas consultadas y citadas entre libros, reportajes, entrevistas, grabaciones y artículos. Un recorrido que le ha llevado 20 años de búsqueda y documentación.
Así, el libro, editado bellamente con una cubierta negra y una luna en eclipse, contiene historias como la del jinete sin cabeza, un clásico de Halloween, basado en La leyenda de Sleepy Hollow, de Irving Washington.
También recoge el libro el siniestro perfil del cazador de Anchorage, el vecino y padre de familia ejemplar que mató a veinte mujeres después de cazarlas y dejarlas escapar.
Por no hablar de El payaso, ese ser que atemoriza a la gente con su risa histriónica y su disfraz, que produce una fobia generalizada entre mayores y grandes y que está inspirado en It, de Stephen King, uno de los referentes literarios del autor.

O la enferma de tuberculosis Elena Milagro Hoyo, a la que su amor, el médico que la atendía, mataría para conservar su cadáver diez años dentro de su cama. Y también la expedición de jóvenes rusos que hicieron una dura ruta en los Urales y aparecieron muertos, sin ropa, en medio de la nieve y perfectamente alineados.
El miedo y, a un tiempo, la atracción que produce la noche es el leitmotiv de este nuevo libro de Pérez Campos, quien a menudo traspasa la fina línea que hay entre lo verdadero y lo imaginado, siempre a lomos de la investigación y de la información en sus libros y en programas como Cuarto milenio y Horizonte.
Pérez Campos maneja asimismo estudios muy interesantes, «como los que llevó a cabo el neurólogo y psiquiatra Oliver Sacks, que utilizó el término ‘síndrome del atardecer'» para hacer referencia a cómo muchos de sus pacientes con problemas cognitivos experimentaban importantes estados de empeoramiento cuando caía el sol. El estado del escritor no es de alienación, sino de entusiasmo por este ‘experimento editorial’ que nace en esas noches truculentas.

En donde estamos, ni el sol más aguerrido de un desierto podría penetrar para iluminar ciertos temores que sobrevuelan el ambiente, con los relatos que introduce Pérez Campos. Será porque el espíritu de Halloween, al que ningún alma que se precie es ajeno, mimetiza el acto.
«Quizás el vampiro o los monstruos literarios que aparecen en este libro nacieran como respuesta al miedo incomprensible que nos produce la última fase del día. Y aunque ya nadie cree en seres imposibles, esos miedos que trae la noche siguen vivos, aunque ahora sean otros, mucho menos ingenuos e inocentes, pero igual de letales». Palabra de nocturno.
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