Juan Travesedo no se imaginaba que a sus 47 años se convertiría en una celebridad de internet. Pero la crisis de la vivienda y la subida estratosférica de los precios unidos al algoritmo han obrado el milagro: su forma de vender viviendas de lujo con estancias surrealistas e inalcanzables para el ciudadano medio (desde vestidores hasta “desayunadores”) con inconfundible deje e innegable sentido del humor han hecho de él un fenómeno viral. Su frase estrella es esa en la que llama a las zonas más nobles del madrileño barrio de Salamanca “el cogollito”, exactamente el lugar donde se crio él. “En el edificio que está en la calle Ortega y Gasset con Claudio Coello ha vivido toda mi familia”, explica, para después contar que a él nunca se le han caído los anillos: “He sido de todo, de hippie en las nueve islas del Caribe de Boca del Toro a presentador de televisión en Chile”. Y aunque sus dotes comerciales son obvias, no se considera vendedor, sino relaciones públicas.
El asociado de Juvilma, que muestra algunas de las propiedades más exclusivas de Madrid en redes sociales con un estilo único que se celebra y parodia a partes iguales, explica qué hay detrás de su personaje y por qué se considera apolítico pero “con sentido de la justicia”
Juan Travesedo no se imaginaba que a sus 47 años se convertiría en una celebridad de internet. Pero la crisis de la vivienda y la subida estratosférica de los precios unidos al algoritmo han obrado el milagro: su forma de vender viviendas de lujo con estancias surrealistas e inalcanzables para el ciudadano medio (desde vestidores hasta “desayunadores”) con inconfundible deje e innegable sentido del humor han hecho de él un fenómeno viral. Su frase estrella es esa en la que llama a las zonas más nobles del madrileño barrio de Salamanca “el cogollito”, exactamente el lugar donde se crio él. “En el edificio que está en la calle Ortega y Gasset con Claudio Coello ha vivido toda mi familia”, explica, para después contar que a él nunca se le han caído los anillos: “He sido de todo, de hippie en las nueve islas del Caribe de Boca del Toro a presentador de televisión en Chile”. Y aunque sus dotes comerciales son obvias, no se considera vendedor, sino relaciones públicas.
Pregunta. ¿Cuánto de personaje inventado y cuánto de realidad hay en Juan Travesedo, de Juvilme inmobiliaria?
Respuesta. De personaje no hay nada. Soy como soy. Hombre, lo intento hacer divertido, porque, al final, como yo, hay dos o tres personas enseñando casas. Y bueno, pues de pronto digo: “La campana inductora que lo chupa todo”, para darle un poquito de chispa, un poquito de canalleo, un poquito de diversión.
P. Si le sacan del cogollo, ¿está cómodo?
R. Estoy comodísimo porque soy una persona muy vivida. He vivido en 11 países diferentes y en cada uno he hecho una vida completamente distinta. Me he hecho viajes, fíjate, desde Panamá hasta Chile, y he estado tres meses yo solo de mochilero. Y ese es un viaje que se lo recomiendo a todo el mundo porque te conoces y te sorprendes a ti mismo.
P. ¿Y cuándo volvió a Madrid?
R. Cuando mi esposa se quedó embarazada de nuestra hija. Vivíamos en México, en Tulum. Pero ella quería tenerla aquí y volvimos.
P. ¿Y entonces fue cuando empezó en el negocio inmobiliario?
R. Pues mira, mi familia es muy conservadora y me vendí un poquito: casa, coche, boda, niños. Y bueno, estuve un tiempo trabajando en marketing de eventos y nos movimos a Marbella. Y ahí fue donde empecé con el negocio inmobiliario. Ya luego, cuando vine a Madrid, mi socio me contactó por LinkedIn porque quería convertir su constructora en inmobiliaria de lujo. Hicimos un buen tándem porque yo tengo muchos contactos, porque he vivido aquí toda la vida, y tiro mucho de mi agenda, de amigos, de familia, que eso ayuda. Pero lo de las redes ha sido brutal.
P. Pero más allá de la broma del personaje, ¿funcionan?
R. Sí, sí. A lo mejor en un vídeo con 250.000 visualizaciones de una casa, 249.000 no se pueden permitir una casa de seis millones. Pero con que pueda uno ya hemos hecho un buen negocio. La casa más cara que hemos vendido costaba siete millones. Estaba en Castellana.
P. ¿En la vida qué le han servido más, los estudios o los viajes?
R. Bueno, las vivencias. Yo creo que la experiencia de vivir y saber desenvolverte en todo tipo de situaciones, eso es lo que te permite llegar a mucha más gente. Yo crecí con una educación muy estricta, mi abuela nos ponía libros debajo de los brazos para que estuviésemos rectos, no nos dejaba comer con los mayores, teníamos que estar con las chicas en los cuartos de estar para no molestarles. Pero bueno, al final, gracias a eso, aprendes a vivir en todo tipo de situaciones.
P. No hubiese salido de la M-30 de no haber sido por su trabajo inmobiliario…
R. Al revés. Yo hui de esa zona de confort cuando tenía 20 años, porque entonces todo mi plan era ir a la placita de [la discoteca] Green, en Juan Bravo, a Archy, a La Moraleja, a Marbella y a Mallorca, donde todo el mundo era igual. Y soy una persona muy curiosa, y necesitaba más. Cuando me fui a estudiar a Inglaterra, y todo eran experiencias que me aportaban, me di cuenta de que había un mundo por explorar. Cada vez que volvía a casa, mis amigos estaban en la misma mesa de siempre diciendo: “Me he liado con Menganita” o “con Zutanita” y yo tenía mil cosas que contar. Lo de volver aquí fue porque tengo una hija, porque si no…

P. He visto que ha estado en Carabanchel. ¿Cómo llegó?
R. En coche y con GPS [risas]. Hay una zona de palacetes brutal. Y eso también lo he aprendido. Para mí Madrid era desde Atocha hasta plaza Castilla y Moncloa. Y luego cuando me fui a La Moraleja, pues era como vivir en el campo… Si veníamos a Olavide con una tata que se llamaba Manolita… ¡y parecía que venías al extranjero! Yo he visto cambiar mucho el barrio de Salamanca también. Cuando era pequeño, Cartier era un ultramarinos que se llamaba Olmedo, donde comprábamos los sándwiches; Nicols, la joyería, era el zapatero que te arreglaba los zapatos; Christian Dior era Lista, un restaurante al que bajábamos a comer los domingos…
P. ¿Y no se siente un poco culpable de haber contribuido a esa transformación?
R. Bueno, es que cuando llegué a este negocio el mal ya estaba hecho, yo ahora solo puedo sacarle provecho. Y también es que las ciudades evolucionan, Madrid está en un momento fantástico, y bueno, está claro que en el capitalismo es lo que hay.
P. ¿Ha tenido alguna vez un casero odioso?
R. Sí, en Chile. Una señora que era una sinvergüenza total. Se estropeaba cualquier cosa, no me lo arreglaba, no me quería devolver la fianza, me robaron por todas partes. Sobre todo porque éramos extranjeros, claro.
P. ¿Qué es la cosa más absurda que le han pedido que venda?
R. Pues un señor me llamó el otro día diciéndome que tenía un piso de 140 metros en Malasaña por el que había recibido ofertas de un millón, pero que él quería cinco. Lo dijo por si caía la breva. Pero no cayó. Yo no pierdo el tiempo. Eso no lo vale ni en la Puerta de Alcalá.
P. Ha salido anunciando búnkeres como parte de una promoción de una serie y mucha gente se lo ha creído, ¿tan mal estamos?
R. Mira, cuando me dicen que va a haber un estallido de burbuja en España como la de 2008, no estoy de acuerdo. Millonarios va a haber siempre y estos van a buscar siempre ubicación, porque quieren estar con otros millonarios. La crisis de 2008 fue hipotecaria, pero aquí estamos hablando de un mercado donde la gente paga al contado. Los principales clientes que tenemos son de América Latina, es decir, México, Colombia, Brasil, Chile… Gente que compra lujo para segunda residencia, no para vivir aquí, sino como inversión: sus hijos vienen aquí a estudiar un máster o trabajar en alguna empresa y vienen aquí de vez en cuando. Tienen el idioma, pero, sobre todo, tienen la seguridad que no tienen en Latinoamérica, tanto física como política.
P. Doy por supuesto que partimos de la premisa de que usted considera la vivienda un bien con el que se puede especular, pero, ¿nunca piensa “se nos está yendo de las manos”?
R. Sí, se nos está yendo de las manos. Estamos recibiendo una cantidad de inversión extranjera brutal que son los que están subiendo los precios: el español de a pie no se compra una casa de cinco millones, y menos con el dinero debajo del brazo. Entonces tiene que haber un toma y daca: lo que no puede ser es que los sueldos estén igual de bajos que hace 20 años. Tú vas a cualquier capital europea y los sueldos están al nivel del precio de la vida. Yo no entiendo por qué una empresa española a un expatriado en Ginebra, por ejemplo, le paga seis o diez veces más y cuando vuelven aquí les dan una miseria.
P. Juan, no le quiero ofender, pero ¿no será usted de izquierdas?
R. No, no, no, yo en política no me meto. Soy bastante apolítico. Pero tengo sentido de la justicia.
P. ¿Vive de alquiler?
R. No, pero porque he tenido la suerte de que me han podido ayudar.
P. ¿Usted podría comprarse su casa ahora mismo?
R. Desde luego que no.
P. ¿Y no le parece fortísimo?
R. Fortísimo. Pero como yo están la mitad de mis amigos.
P. ¿Lee los comentarios de sus publicaciones?
R. Al principio, como no estás acostumbrado a la exposición, es duro porque la gente te dice de todo. Te sorprende que gente que no te conoce de nada te esté juzgando a ese nivel. Yo es que tengo 47 años y no pretendo gustar a todo el mundo. Mi trabajo es vender casas y, al final, esta es una herramienta muy buena que me ha dado una visibilidad brutal, pero entiendo que a las niñas de 20 o 30 años les afecte mucho.
P. El comentario más recurrente es que tiene pinta de fiestero. ¿Se reconoce en eso?
R. Hombre, claro. Pero en eso se basa el éxito del personaje, ¿no? A mí me encanta salir, ir a cenar, de copas, porque me encanta y me divierto un montón.
P. ¿Cuándo fue la última vez que se acostó a las siete de la mañana?
R. Pues la semana pasada no, porque tenía a la niña. La anterior.
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