Justino Sinova: «La izquierda de la República interpretaba la crítica de los periódicos a su labor como un ataque al régimen»

De la Segunda República Española nunca estará todo dicho. Buena prueba de ello son los incontables trabajos que aún hoy continúan publicándose. La concepción de esta época clave de nuestra historia ha pasado por varias fases. La restricción de libertades en la dictadura de Franco llevó, durante muchos años, a erigir la República en adalid de democracia.

Sin embargo, el paso de los años, investigaciones y estudios mediantes, han demostrado que el lustro republicano fue muy distinto: no cabe duda de que se trató del primer intento de instalar un periodo de bonanza democrática en España, pero tampoco ya de que la democracia alumbrada fue profundamente imperfecta.

Además de en los derechos de la población o el estado de sus instituciones, la salud de un régimen de libertades se mide en la fortaleza y el trabajo de sus medios de comunicación. El papel que estos jugaron durante la Segunda República se ha mentado muy poco, y todavía menos se ha hablado sobre las dificultades que encontraron para informar.

Justino Sinova, veterano periodista y escritor, acaba de reeditar La prensa en la Segunda República Española. Historia de una libertad frustrada (Almuzara), un exhaustivo ensayo publicado hace ya 19 años que vuelve a las librerías remozado. Tras su lectura se llega a una desalentadora conclusión: los 127 periódicos que cerró la República por decisiones mayoritariamente políticas y la censura que ejerció contra otros cientos evidencian que, a pesar de que a sus dirigentes se les llenaba la boca hablando de libertad de expresión, jamás tuvieron la intención de respetarla.

 El veterano periodista publica una reedición de ‘La prensa en la Segunda República Española. Historia de una libertad frustrada’.  

Entrevista

El periodista Justino Sinova.
El periodista Justino Sinova.José González
  • El veterano periodista publica una reedición de ‘La prensa en la Segunda República Española. Historia de una libertad frustrada’.

De la Segunda República Española nunca estará todo dicho. Buena prueba de ello son los incontables trabajos que aún hoy continúan publicándose. La concepción de esta época clave de nuestra historia ha pasado por varias fases. La restricción de libertades en la dictadura de Franco llevó, durante muchos años, a erigir la República en adalid de democracia. 

Sin embargo, el paso de los años, investigaciones y estudios mediantes, han demostrado que el lustro republicano fue muy distinto: no cabe duda de que se trató del primer intento de instalar un periodo de bonanza democrática en España, pero tampoco ya de que la democracia alumbrada fue profundamente imperfecta.  

Además de en los derechos de la población o el estado de sus instituciones, la salud de un régimen de libertades se mide en la fortaleza y el trabajo de sus medios de comunicación. El papel que estos jugaron durante la Segunda República se ha mentado muy poco, y todavía menos se ha hablado sobre las dificultades que encontraron para informar. 

Justino Sinova, veterano periodista y escritor, acaba de reeditar La prensa en la Segunda República Española. Historia de una libertad frustrada (Almuzara), un exhaustivo ensayo publicado hace ya 19 años que vuelve a las librerías remozado. Tras su lectura se llega a una desalentadora conclusión: los 127 periódicos que cerró la República por decisiones mayoritariamente políticas y la censura que ejerció contra otros cientos evidencian que, a pesar de que a sus dirigentes se les llenaba la boca hablando de libertad de expresión,  jamás tuvieron la intención de respetarla. 

¿Qué encontramos en esta reedición que faltó en la primera, publicada hace ya 19 años?

Durante los 19 años que han transcurrido ha habido muchas aportaciones de historiadores, fundamentalmente sobre el clima de violencia de la República, uno de sus grandes problemas. Ha habido también libros sobre las elecciones del Frente Popular. En cuanto al tema que yo trato, la libertad de expresión, no ha habido tantas aportaciones. Por ejemplo, unas memorias realmente sorprendentes de Alfredo Muñiz, redactor jefe del Heraldo de Madrid, que era un periódico republicano muy serio. Después de que yo publicara la primera edición del libro, su hija rescató  esos diarios y los publicó. Y en esos diarios él habla de la censura que sufría. Cuando se exilió a México se negó a a publicarlo, según su hija por defender a la República. Ese es un dato clave porque uno de los periodistas republicanos más serios dejó escrito que había censura, cosa que la historiografía durante muchos años ha negado. He conservado el conjunto del libro y he hecho algunas aportaciones para refrescar un poco el clima que hay sobre el concepto de la República, que tuvo sus defectos serios.

Es curioso que una época de importante censura haya coincidido con una edad de oro del periodismo, con profesionales tan importantes como Chaves Nogales, Fernández Flórez, Ruano, Pla, Gaziel, Camba… 

Había grandes periodistas, efectivamente. Lo que pasa es que muchos de esos periodistas que me citas, sobre todo Pla, en aquel momento no escribían cosas que molestaran a la República. Más tarde, sí. Chaves fue un gran periodista que trató de mantener su independencia frente a unos y frente a otros. Él sufrió la censura en su periódico, pero destacó por ser un profesional excepcional. También hizo muchos reportajes del exterior, y nos dejó un libro magnífico sobre la Guerra Civil: A sangre y fuego. Lamentablemente, murió muy joven.

¿Hasta qué punto publicaciones como El Socialista, Arriba o Solidaridad Obrera podían considerarse medios de comunicación y no canales de propaganda, y por tanto tal vez merecían mayor control?

El clima de la prensa ha cambiado bastante. Hoy no existe prensa de partido. Aunque hay ediciones de El Socialista y de algún periódico comunista, son minoritarios y están dirigidas a los militantes. En aquel tiempo había prensa de partido que se igualaba al resto de los periódicos y nadie le ponía pegas. No era, en cualquier caso, una prensa informativa. O no suficientemente informativa. Informaba de lo que les interesaba. Era una situación muy diferente y, afortunadamente, poco a poco, empezó a cambiar a mejor. La desaparición de la prensa de partido fue una ayuda para la libertad de expresión.

La cuarta parte del primer Gobierno de la Segunda República había tenido relación laboral con los periódicos: el propio Azaña fue periodista, Indalecio Prieto, Diego Martínez Barrio… Quizá por eso sabían mejor que nadie de la importancia de controlar la prensa, ¿no?

Pues posiblemente, claro. Ellos pusieron por delante el mantenimiento y la perseverancia de la República, y a ello supeditaron todo lo demás. Cuando empieza la República, todos proclaman las libertades fundamentales, pero al segundo día crean el Estatuto Jurídico e incluyen en él un artículo en el cual dicen que el Gobierno podrá fiscalizar el ejercicio de los derechos descritos [para garantizar la estabilidad de la República]. Cuando se producen los primeros cierres de periódicos, son cierres políticos, y prácticamente toda la actuación contra los periódicos de la República fue de origen político. 

El Gobierno provisional no tardó ni un mes en cerrar los primeros periódicos: ABC y El Debate. El primero, por monárquico, el segundo, por conservador. Más tarde suspendieron otros de derechas. ¿Pretendía la izquierda arrogarse la República o estas acciones nacían también del miedo a que el sistema no se consolidase?

La izquierda creyó que la República era suya. Hay una frase de Azaña que define muy bien lo que piensa de los periódicos: estaba dispuesto a «romper el espinazo a quien tocara la República». Lo que hace la República entonces es no dar un libre juego a las opciones políticas y permitir la crítica o o el combate al Gobierno. Eso mata la democracia. La democracia es la alternativa, la existencia de una oposición que critica y que trabaja para sustituir en el poder. Eso la izquierda no lo aceptaba así. Interpretaba la crítica de los periódicos a su labor como un ataque al régimen. Cuando en 1933 gana la derecha los republicanos que habían gobernado intentan la repetición de las elecciones porque consideraban que no tenía derecho a gobernar. Algunos de ellos se declaraban republicanos y otros no. Pero bueno, en España hoy hay quien se declara republicano en una monarquía y no pasa nada. Incluso públicamente se puede decir que uno está contra el rey. En la República eso era imposible. Al que se manifestaba contra la República le consideraban un enemigo a combatir. Eso es lo que pasó con los periódicos. Por eso cerraron ABC, que, a pesar de que aceptó la República, se declaró siempre monárquico. 

La situación es tal que durante el primer bienio se crea la Liga Defensora de la Libertad de Prensa, integrada por periódicos de todos los colores, de conservadores a republicanos de izquierdas. ¿Por qué no perduró?

Pues yo creo que porque los acuerdos entre periódicos son difíciles y no terminaron de tomar una decisión colectiva firme. 

Lo que queda claro es que el primer bienio sentó una base de malas prácticas contra la libertad de prensa de la que el segundo bienio, el conservador, se aprovechó.

No solo malas prácticas, sino legislación. En el primer bienio se promulgó la Ley de Defensa de la República, que fue un empeño personal de Azaña. La Ley de Defensa de la República era una ley que permitía al Gobierno tomar decisiones de cualquier tipo sin contar con los tribunales. Se introdujo como una adenda en la Constitución de diciembre de 1931, y muchos juristas dijeron que la introducción de esta norma significaba la derogación misma de la Constitución. Otra ley clave fue la Ley de Orden Público, que permitía la declaración de los estados de excepción en tres grados. En todos ellos se incluían medidas contra la prensa, y como en la República había mucha violencia los gobiernos aplicaron la Ley de Orden Público con mucha frecuencia y todo eso afectó a los periódicos. La derecha se aprovecha de todo eso. Cuando se discutía la Ley de Defensa de la República y la Ley de Orden Público a Azaña se le advirtió: ‘No haga usted esto porque si gana un día la derecha se va usted a enterar de lo que puede pasar’. Efectivamente, así pasó. 

Antes del primer aniversario de la República, La Tierra publicó: «A nosotros, sr. Azaña, nos duele ya el cerebro. Para escribir hemos de sujetarnos primeramente a una autocensura atormentadora. Lo mejor del periódico se queda sin escribir (…) Y aun así, todas las noches esperamos, inquietos e impacientes, la llegada de la Policía con la orden de recogida de nuestra edición». La frase es de resignación, casi de derrotismo. ¿Qué estados de ánimo atravesó la prensa durante los cinco años de régimen?

El periodista como hoy lo conocemos, independiente, que busca información y no hacer el favor al Gobierno de turno, entonces no era muy habitual. Los periódicos, además, claramente se inclinaban hacia un lado u otro, y la independencia de las redacciones dentro del periódico tampoco estaba muy clara. Salvo los que brillaban por su manera de escribir y opinaban, el periodista muchas veces estaba sometido a los dictados de su propio periódico, y los periódicos realmente independientes no eran la mayoría.

Azaña llamaba «reptiles que circulan por la sombra» a la prensa que, según él, trabajaba contra los intereses de la República. Usted escribe: «La mala prensa acabó siendo, para Azaña, la que informaba de lo que no le gustaba al Gobierno, la que discrepaba de la política oficial, la que proponía alternativas». También el objetivo de la polémica y fallida ley de prensa de Gil Robles era limitar «los excesos periodísticos». En los últimos años la prensa ha vuelto a ser objeto de crítica por parte de los gobernantes. Ahora, para muchos, hay pseudomedios que chapotean en el fango. 

La situación es diferente. Internet ha facilitado que haya rumores que pasan por noticias, que haya invectivas, mucho barullo. Azaña y Gil Robles, en sus palabras, siempre defendían la libertad de expresión, pero Azaña en sus diarios, mientras tanto, iba escribiendo en contra de los periodistas. Es impresionante lo de estos diarios. Merece la pena leerlos porque Azaña se confiesa. Se publican cuando ha muerto, y yo creo que si eso lo hubiera querido publicar en su momento, no lo habría publicado así. Se retrata de una manera que parece que los ha escrito alguien que no le quería. Gil Robles era diferente. Gil Robles era un tipo que decía que el derecho a la libertad de expresión está por encima de cualquier cosa, pero acabó cometiendo acciones contra la prensa.

Ahí está su polémica ley de prensa y algo que sorprendió a muchos: la dura crítica que hace de ella ABC en un ejemplo de independencia

Sí, porque la ley de prensa de Gil Robles contenía aspectos inaceptables, aspectos de decisión del poder político. Afortunadamente, fue rechazada en el Parlamento. 

¿Qué piensa de la reforma del reglamento del Congreso que va a aprobarse próximamente y que pretende poner coto a activistas como Vito Quiles, pero afecta a todo el periodismo? ¿Puede sentarse un mal precedente?

Sí, porque la instancia política se arroga el derecho a decidir quién es y quién no es periodista. Esto es rechazable de la primera a la última letra. No son los políticos los que tienen que decidir quiénes pueden ejercer la profesión periodística. Si hay un periodista que incumple normas o difama, ahí están los tribunales. Esto de limitar el acceso de una persona determinada a un ámbito público, como es el Congreso de los Diputados, me parece que es completamente rechazable. Hay otros métodos para utilizar contra los provocadores. Los políticos no deben intervenir en esto. Lo que tiene que hacer es aguantarse si reciben preguntas incómodas. 

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