Félix y Martín, dos hermanos de Sierra de la Demanda (Burgos), fueron los protagonistas de la segunda entrega de Volando voy, volando vengo. Allí, Jesús Calleja visitó la casa donde vivían. «Aquí no se puede vivir en estas condiciones«, analizó la casa semiderruida.
«Son personas que han trabajado toda la vida y han ayudado a mucha gente«, le explicó su sobrina al presentador, explicando que los pocos recursos que tenían no les permitió vivir en mejores condiciones.
Por eso, Calleja se propuso reacondicionar la casa, que estaba casi en ruinas. En los últimos minutos, vieron la gran sorpresa. «Ha ayudado mucha gente del pueblo y de fuera», les dio la bienvenida Jesús a su nuevo hogar.
«¡Es impresionante, no me lo esperaba en la vida, parece Disneyland!», se llevaban las manos a la cabeza al ver lo bonita que había quedado la casa. También quedaron estupefactos al ver las habitaciones. «Hombre, teníais que tener una cada uno», les dijo Calleja.
Ambos se abrazaron y se dieron besos, entre lágrimas, cuando se sentaron en el sofá. Calleja se unió a ellos, dedicándoles unas bonitas palabras: «Os merecéis que pasen cosas buenas. Nosotros hemos venido a echaros una mano como vecinos. Porque al final, somos Humanidad».
Los hermanos vivían en pésimas condiciones al no tener recursos: «Llevan toda la vida trabajando y ayudando».
Félix y Martín, dos hermanos de Sierra de la Demanda (Burgos), fueron los protagonistas de la segunda entrega de Volando voy, volando vengo. Allí, Jesús Calleja visitó la casa donde vivían. «Aquí no se puede vivir en estas condiciones«, analizó la casa semiderruida.
«Son personas que han trabajado toda la vida y han ayudado a mucha gente«, le explicó su sobrina al presentador, explicando que los pocos recursos que tenían no les permitió vivir en mejores condiciones.
Por eso, Calleja se propuso reacondicionar la casa, que estaba casi en ruinas. En los últimos minutos, vieron la gran sorpresa. «Ha ayudado mucha gente del pueblo y de fuera», les dio la bienvenida Jesús a su nuevo hogar.
«¡Es impresionante, no me lo esperaba en la vida, parece Disneyland!», se llevaban las manos a la cabeza al ver lo bonita que había quedado la casa. También quedaron estupefactos al ver las habitaciones. «Hombre, teníais que tener una cada uno», les dijo Calleja.
Ambos se abrazaron y se dieron besos, entre lágrimas, cuando se sentaron en el sofá. Calleja se unió a ellos, dedicándoles unas bonitas palabras: «Os merecéis que pasen cosas buenas. Nosotros hemos venido a echaros una mano como vecinos. Porque al final, somos Humanidad».
20MINUTOS.ES – Televisión