Las agendas, ‘planners’ y cuadernos que desafían a la nube: una moda que se recordará bien

En una era en la que la mayoría apuesta por planificar su jornada en la nube, las agendas en papel resisten. Más allá de simples herramientas de organización, apelan a la imaginación, espolean la creatividad y permiten desconectar de tanta pantalla. «Publicamos nuestra primera Agenda Literaria en 2012, cuando apenas existían propuestas similares en el mercado, recuerda Idoia Moll, directora de Editorial Alba.

«Pensamos que los lectores fieles a nuestras colecciones de clásicos apreciarían una agenda con contenido literario». Doce años después, su propuesta se ha convertido en un clásico: una agenda anual con tapa dura, cinta de lectura e ilustraciones, que cada año adopta una temática distinta. «En 2022 publicamos la agenda poética, en 2023 la victoriana, en 2024 la gótica, en 2025 la de escritoras y este año la Agenda Literaria 2026, Heroínas y villanas de la literatura, con un homenaje a personajes femeninos memorables», detalla Moll.

El público, asegura Moll, es mayoritariamente femenino y tiene entre los 30 y 60 años. Lo mismo sucede con las agendas de Tantanfan (Planeta), creadas junto a otros artistas que han convertido la organización del tiempo en un gesto estético. «Desde fans de las novelas de Megan Maxwell hasta admiradores del arte de Isa Muguruza o del humor de René Merino», explican desde Planeta. «El rango de edad suele concentrarse entre universitarios y gente hasta 50 años, mayormente mujeres. Luego hay excepciones, como los fans de los libros infantiles de Anna Kadabra o los seguidores de la ilustradora Laia López, que también son bastante jóvenes», añaden.

La palabra clave es disfrutar. «El público busca un objeto bello y orgánico: un espacio donde escribir, organizarse y, al mismo tiempo, disfrutar. La agenda digital cumple una función práctica, pero carece de esa calidez», explica Moll.

Y es que escribir a mano tiene sus ventajas. Según estudios científicos recientes, activa más el cerebro que teclear. Una investigación de la Norwegian University of Science and Technology (NTNU) demostró que cuando escribimos a mano generamos patrones de conectividad cerebral mucho más elaborados que cuando lo hacemos en un teclado. «La escritura a mano aporta al cerebro más ‘ganchos’ en los que colgar recuerdos […] y mucha más actividad en las zonas sensorimotoras porque se activan muchos sentidos al presionar el bolígrafo sobre el papel, ver las letras que vas trazando y escuchar el sonido que haces al escribir», explica Audrey van der Meer, catedrática de NTNU.

El fenómeno de las agendas en papel no es aislado. En Tantanfan, el sello de Planeta que edita las agendas de la influencer La Vecina Rubia, la ilustradora y escritora María Hesse, la poeta Sara Búho o el dibujante 72kilos, confirman la tendencia: «Dado el componente cultural y artístico de nuestras agendas, hemos notado que la gente vuelve a apreciar los acabados bonitos, las texturas, la pincelada, el verso manuscrito… componentes muy tangibles, contrapuestos a la experiencia de las pantallas», explican desde la editorial. En sus catálogos conviven agendas anuales, planners de este tipo con cuadernos temáticos de autocuidado (la agenda de salud mental de Occímorons), de aprendizaje (Pippi English o con Maria Speaks English), planificadores para el cuidado de plantas (Marta Rosique) y de proyectos (Adri.zip).

Tras la irrupción de ChatGpt, las apps de planificación, los calendarios digitales como Google Calendar, el gesto manual vuelve y no parece una moda pasajera. «Nuestra impresión es que la agenda en papel tiene una larga vida y no será reemplazada por la digital», corrobora Moll. Planeta confirma que 2024 fue «un año especialmente bueno» en ventas. «Después del durísimo año de la pandemia, vinieron unos años de recuperación progresiva hasta el pico del año pasado. De este 2025 todavía no tenemos datos, pues las agendas todavía están en el mercado, pero seguramente nos acercaremos a las cifras de los últimos años. Las agendas anuales nos están dando muchas alegrías», apuntan.

A diferencia de la agenda corporativa de antaño, el planificador es un reflejo de la identidad y de los gustos. Hay quien lo llena de listas, citas y dibujos; quien lo usa como diario o como herramienta creativa. La escritura a mano, esa práctica que parecía destinada a la extinción, se ha convertido en un modo de autocuidado. No por casualidad, junto a las agendas literarias prosperan los cuadernos de motivación.

Blackie Books, por ejemplo, lleva años explorando ese territorio con su popular serie Cuadernos de actividades Blackie Books, Ejercicios y pasatiempos para desoxidar la mente y reforestar el cerebro y su agenda anual, con recomendaciones de películas, comics y otros libros.

En Cuadernística (Wunderkammer, 2025), Cristóbal Polo explora a través del ensayo, la narración breve y el aforismo, cómo varios escritores convirtieron a los cuadernos en laboratorios de escritura: los «cuadernos son mi vicio», confesó Paul Valéry, que se levantaba cada mañana entre las cinco y las seis, encendía un cigarrillo y escribía sin parar en sus cuadernos. Un hábito que mantuvo durante cuarenta y cinco años. Ludwig Höhl llenaba el tendedero de notas y Emily Dickinson cosía a mano sus cuadernos. El cuaderno como exploración del mundo y también de nosotros mismos.

La agenda, hoy, se parece más a un espacio íntimo que a una herramienta de trabajo. Un refugio de papel en medio del ruido. «Hay personas que combinan la agenda digital y la de papel», explica Moll, «pero el papel sigue siendo el formato preferido por los lectores». En tiempos de inteligencia artificial, escribir a mano una cita de Emily Dickinson o la lista de la compra para el próximo año es casi un acto de resistencia.

«Para muchas personas», añaden desde Planeta, «las agendas siguen siendo una herramienta fundamentalmente práctica, pero también un objeto de regalo o autorregalo. Su calidad, los buenos acabados y el cuidado diseño las convierten en una opción estética en sí, incluso aunque no conozcan al artista que hay detrás».

 Frente a la irrupción de la Inteligencia Artificial, la planificación en papel es una herramienta en auge.  

En una era en la que la mayoría apuesta por planificar su jornada en la nube, las agendas en papel resisten. Más allá de simples herramientas de organización, apelan a la imaginación, espolean la creatividad y permiten desconectar de tanta pantalla. «Publicamos nuestra primera Agenda Literaria en 2012, cuando apenas existían propuestas similares en el mercado, recuerda Idoia Moll, directora de Editorial Alba. 

«Pensamos que los lectores fieles a nuestras colecciones de clásicos apreciarían una agenda con contenido literario».  Doce años después, su propuesta se ha convertido en un clásico: una agenda anual con tapa dura, cinta de lectura e ilustraciones, que cada año adopta una temática distinta. «En 2022 publicamos la agenda poética, en 2023 la victoriana, en 2024 la gótica, en 2025 la de escritoras y este año la Agenda Literaria 2026, Heroínas y villanas de la literatura, con un homenaje a personajes femeninos memorables», detalla Moll. 

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Agenda de la editorial Alba.CEDIDA

El público, asegura Moll, es mayoritariamente femenino y tiene entre los 30 y 60 años. Lo mismo sucede con las agendas de Tantanfan (Planeta), creadas junto a otros artistas que han convertido la organización del tiempo en un gesto estético. «Desde fans de las novelas de Megan Maxwell hasta admiradores del arte de Isa Muguruza o del humor de René Merino», explican desde Planeta. «El rango de edad suele concentrarse entre universitarios y gente hasta 50 años, mayormente mujeres. Luego hay excepciones, como los fans de los libros infantiles de Anna Kadabra o los seguidores de la ilustradora Laia López, que también son bastante jóvenes», añaden.

La palabra clave es disfrutar. «El público busca un objeto bello y orgánico: un espacio donde escribir, organizarse y, al mismo tiempo, disfrutar. La agenda digital cumple una función práctica, pero carece de esa calidez», explica Moll.

Y es que escribir a mano tiene sus ventajas. Según estudios científicos recientes, activa más el cerebro que teclear. Una investigación de la Norwegian University of Science and Technology (NTNU) demostró que cuando escribimos a mano generamos patrones de conectividad cerebral mucho más elaborados que cuando lo hacemos en un teclado. «La escritura a mano aporta al cerebro más ‘ganchos’ en los que colgar recuerdos […] y mucha más actividad en las zonas sensorimotoras porque se activan muchos sentidos al presionar el bolígrafo sobre el papel, ver las letras que vas trazando y escuchar el sonido que haces al escribir», explica Audrey van der Meer, catedrática de NTNU.

Agenda de María Hesse.
Agenda de María Hesse.CEDIDA

El fenómeno de las agendas en papel no es aislado. En Tantanfan, el sello de Planeta que edita las agendas de la influencer La Vecina Rubia, la ilustradora y escritora María Hesse, la poeta Sara Búho o el dibujante 72kilos, confirman la tendencia: «Dado el componente cultural y artístico de nuestras agendas, hemos notado que la gente vuelve a apreciar los acabados bonitos, las texturas, la pincelada, el verso manuscrito… componentes muy tangibles, contrapuestos a la experiencia de las pantallas»,  explican desde la editorial. En sus catálogos conviven agendas anuales, planners de este tipo con cuadernos temáticos de autocuidado (la agenda de salud mental de Occímorons), de aprendizaje (Pippi English o con Maria Speaks English), planificadores para el cuidado de plantas (Marta Rosique) y de proyectos (Adri.zip).

Tras la irrupción de ChatGpt, las apps de planificación, los calendarios digitales como Google Calendar, el gesto manual vuelve y no parece una moda pasajera. «Nuestra impresión es que la agenda en papel tiene una larga vida y no será reemplazada por la digital», corrobora Moll. Planeta confirma que 2024 fue «un año especialmente bueno» en ventas. «Después del durísimo año de la pandemia, vinieron unos años de recuperación progresiva hasta el pico del año pasado. De este 2025 todavía no tenemos datos, pues las agendas todavía están en el mercado, pero seguramente nos acercaremos a las cifras de los últimos años. Las agendas anuales nos están dando muchas alegrías», apuntan.

Agenda 'Querida yo'.
Agenda ‘Querida yo’.CEDIDA

A diferencia de la agenda corporativa de antaño, el planificador es un reflejo de la identidad y de los gustos. Hay quien lo llena de listas, citas y dibujos; quien lo usa como diario o como herramienta creativa. La escritura a mano, esa práctica que parecía destinada a la extinción, se ha convertido en un modo de autocuidado. No por casualidad, junto a las agendas literarias prosperan los cuadernos de motivación. 

Blackie Books, por ejemplo, lleva años explorando ese territorio con su popular serie Cuadernos de actividades Blackie Books, Ejercicios y pasatiempos para desoxidar la mente y reforestar el cerebro y su agenda anual, con recomendaciones de películas, comics y otros libros.

En Cuadernística (Wunderkammer, 2025), Cristóbal Polo explora a través del ensayo, la narración breve y el aforismo, cómo varios escritores convirtieron a los cuadernos en laboratorios de escritura: los «cuadernos son mi vicio», confesó Paul Valéry, que se levantaba cada mañana entre las cinco y las seis, encendía un cigarrillo y escribía sin parar en sus cuadernos. Un hábito que mantuvo durante cuarenta y cinco años. Ludwig Höhl llenaba el tendedero de notas y Emily Dickinson cosía a mano sus cuadernos. El cuaderno como exploración del mundo y también de nosotros mismos.

Elizabeth Clapés.
Elizabeth Clapés.CEDIDA

La agenda, hoy, se parece más a un espacio íntimo que a una herramienta de trabajo. Un refugio de papel en medio del ruido. «Hay personas que combinan la agenda digital y la de papel», explica Moll, «pero el papel sigue siendo el formato preferido por los lectores». En tiempos de inteligencia artificial, escribir a mano una cita de Emily Dickinson o la lista de la compra para el próximo año es casi un acto de resistencia.

«Para muchas personas», añaden desde Planeta, «las agendas siguen siendo una herramienta fundamentalmente práctica, pero también un objeto de regalo o autorregalo. Su calidad, los buenos acabados y el cuidado diseño las convierten en una opción estética en sí, incluso aunque no conozcan al artista que hay detrás».

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