Masih Alinejad, activista iraní amenazada de muerte: «Si Occidente no frena el islamismo, los islamistas se unirán para acabar con la democracia y el feminismo»

Perseguida por enfrentar al régimen, siempre insiste en que su lucha «no es contra una prenda», sino contra un sistema de control Leer Perseguida por enfrentar al régimen, siempre insiste en que su lucha «no es contra una prenda», sino contra un sistema de control Leer  

Ante un régimen que obliga a las mujeres a esconder su pelo como un deber religioso con el recato, la melena indomable de Masih Alinejad es un desafío antes de que abra la boca. Nacida en 1976 en Irán, huyó de su país en 2007, primero a Londres y luego a Nueva York, tras publicar un artículo en el diario ‘Etemad’ que denunciaba la corrupción del Gobierno del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad. Desde el exilio, lidera una campaña que invita a las mujeres iraníes a quitarse el velo como gesto de desafío a la policía de la moral. Alinejad ha sobrevivido a múltiples atentados contra su vida desde que huyó de Irán. «Si Occidente no se une para frenar el islamismo, los islamistas se unirán para acabar con la democracia, la igualdad y el feminismo», avisa en una entrevista con EL MUNDO días antes de asistir a la Asamblea del World Liberty Congress, que concitará en Berlín a disidentes de todo el mundo.

«El rechazo de las iraníes al hiyab es el primer paso para derribar un régimen que ya no puede controlarlas» en un 2025 que ha dejado nuevas grietas en el régimen: «El Muro de Berlín de Ali Jamenei está cayendo», afirma. Y recuerda que, cuando lanzó en 2014 su campaña contra el ‘hiyab’ obligatorio, «muchas diputadas europeas despreciaron el tema como una cuestión cultural». Ahora, sostiene, el paisaje en Irán ha cambiado: «Ahora apenas ves mujeres caminando con ‘hiyab’ en Teherán; ves más en Londres o París».

Su activismo la ha convertido en un objetivo constante del Gobierno iraní. En octubre, un juez en EEUU condenó a dos hombres a 25 años de prisión por conspirar para asesinarla. Hace unas semanas Masih Alinejad proclamó a las puertas del juzgado que su único delito fue dar voz a las mujeres de Irán y que su vida fue tratada como una transacción comercial.

Alinejad habla con la urgencia de quien ha vivido demasiado cerca de la muerte. Recuerda que el régimen ya no solo la quería silenciar: «Un complot de secuestro» primero; después, «un complot de asesinato en el que la Guardia Revolucionaria contrató sicarios de Rusia». Uno fue detenido, dice, «frente a mi casa, con un AK-47». La instrucción judicial ha ido desenredando la trama y, según relata, «[él] no estaba solo: otros dos sicarios rusos estuvieron implicados». El veredicto de octubre, puntualiza, «fue para el sicario ruso»; aún queda otro juicio: «Tengo que enfrentarme a otro asesino en marzo».

La activista opositora iraní celebra la condena de sus agresores. Pero sabe que es posible que vuelvan a intentarlo. Mientras tanto, rechaza cualquier acercamiento con Teherán.

Alinejad cuenta cómo esa amenaza permanente «puso mi vida patas arriba; tengo que mirar por encima del hombro dondequiera que vaya». Desde entonces, se ha mudado «21 veces entre distintas casas seguras». «Oí pasos en el porche. El FBI nos llamó, nos movió, luego nos enseñó el vídeo: el tipo fue arrestado», recuerda. Hubo un detalle que no olvida: «Nos miramos a los ojos». En la vista, afirma, el acusado reconoció que volvió al coche «a por el arma»; cuando regresó, Alinejad ya no estaba en el jardín.

Su vida se mide ahora en protocolos. «Europa no es segura: lo que les ha pasado a muchos activistas lo demuestra», advierte, y cita casos recientes como el de Alejo Vidal-Quadras. Aun así, no acepta vivir con miedo. «No debemos cambiar nuestro estilo de vida por las amenazas», le dijo a su «hermano de armas» Leopoldo López. La primera operación contra ella buscaba trasladarla a Venezuela. «Cuando lees la acusación federal parece una película de miedo. Querían llevarme a Venezuela porque es aliado de la República Islámica; desde allí podrían devolverme fácilmente a Irán».

Alinejad siempre insiste en que su lucha «no es contra una prenda», sino contra un sistema de control. «Comparé el ‘hiyab’ obligatorio con el Muro de Berlín y eso enfureció a Jamenei». El líder ordenó «tomar postura» contra ella. Hoy, remata, «los asesinos que contrataron van a prisión 25 años y las mujeres en Irán caminan mostrando su dedo corazón a Jamenei».

¿Qué ha hecho posible ese giro? «Fueron las redes sociales las que movilizaron a la gente». El asesinato de Mahsa Jina Amini (una mujer iraní de origen kurdo que fue arrestada y torturada en 2022 por la policía islámica por no usar su hiyab ‘correctamente’) no fue el primero, «pero la campaña permitió que las mujeres se reconocieran entre sí, que estuvieran listas para la chispa». La revuelta —bajo el lema «Mujer, Vida, Libertad»— encendió una pedagogía involuntaria entre los hombres: «Leyendo historias de mujeres, muchos entendieron que no podían callar; ¿cuántos han sido ejecutados por unirse a ellas?».

Para Alinejad, el hiyab obligatorio explica el mecanismo íntimo de la represión: «Si controlas a la mitad de la población, puedes tomar de rehén a toda la nación». Cuando esas mujeres dicen «no», añade, «es el primer paso para derribar el régimen porque ya no pueden controlarlas».

Sentada junto a un mapa del mundo antes de intervenir la World Law Fundation en Madrid en un acto del World Liberty Congress, Alinejad es la muestra de que la batalla local es global. Y viceversa. Enumera prohibiciones del régimen iraní que parecen pequeñas hasta que te quitan el aire: cantar, bailar, llevar el pelo descubierto. «Este régimen no es normal». Y yo no lucho solo por las mujeres de Irán: lucho para proteger a Estados Unidos, Europa y España de una organización terrorista y de su represión transnacional».

El debate europeo sobre el velo la exaspera cuando invisibiliza a las niñas. «No apaguen a las mujeres que experimentaron la sharía en nombre de combatir la islamofobia», reclama cuando se le pide que se moje sobre el uso del ‘hiyab’ en Europa. «El ‘hiyab’ no es opcional cuando desde niña te dicen: si lo usas, vas al cielo; si no, al infierno». Mientras países como Francia prohiben el ‘hiyab’ en algunos ámbitos, su posición se condensa en una línea roja: «Ningún símbolo religioso debe imponerse a estudiantes de 7, 9 o 10 años».

Alinejad no quiere hablar contra su madre —»ella lo usa por tradición; mi sueño es caminar hombro con hombro junto a ella»—, sino «contra el Islam político y el islamismo que crece en Occidente». Y contra «los políticos y europeos que asumen la ideología islámica en nombre de la tolerancia o la corrección política, porque eso empoderará a nuestros opresores para exponer su ideología aquí, en Estados Unidos, en Londres…».

«He visto en Alemania a extremistas musulmanes advirtiendo a mujeres que se cubran adecuadamente», denuncia. Y lanza una advertencia: «Si europeos y estadounidenses no se unen para frenar el islamismo, los islamistas se unirán para acabar con la democracia, la igualdad y el feminismo».

La frase que deja al irse es menos una consigna que un recordatorio grave: «No estoy luchando por un país lejano. Las mujeres iraníes os están diciendo que esa ‘cultura’ es la de la dictadura. La cultura de los terroristas».

 Internacional // elmundo

Te Puede Interesar