Nathalie Poza y Pablo Derqui: "Nuestro compromiso es honrar a un autor que casi murió escribiendo, ahogado en alcohol"

Las cálidas noches de este junio madrileño poco difieren de las que Tennessee Williams reflejó en Un tranvía llamado deseo, drama fundamental del teatro norteamericano, que alcanzó gran popularidad gracias a la película donde Marlon Brando surgió como símbolo de la masculinidad más arrebatadora. Ambientada en Nueva Orleans tras la II Guerra Mundial, entre tragos de ‘bourbon’ -tantos como apuró el autor-, sudores y partidas de póker, se produce el choque de dos mundos contrapuestos pero complejos, representados por Stanley Kowalski y Blanche Dubois.

Pablo Derqui y Nathalie Poza libran esa batalla en las tablas del Teatro Español, el enfrentamiento entre un hombre pragmático y rudo, hecho a sí mismo, y una dama que parece rescatada de una mansión sureña, con su baúl lleno de ropajes, cartas y secretos. Dos caramelos de personaje defendidos desde estilos diferentes con maestría, en unas funciones donde también brillan Jorge Usón y María Vázquez. Nathalie y Pablo han brindado a 20minutos una conversación llena de conexiones y reflexiones, que acabó llevándonos al meollo del oficio actoral.

Nathalie Poza: «El camino del actor va hacia la locura, pero en nuestro caso es un camino de ida y vuelta. El pobre loco va y no vuelve»

Pablo Derqui: «Yo no pretendí ser actor, de hecho estudié una carrera de Letras, pero al subir al escenario fue como si cayera en un lugar donde todo lo entendía»

Pablo Derqui: «Inmigrantes de segunda generación que votan a la ultraderecha no hubiesen dejado entrar a alguien como ellos mismos»

Nathalie Poza: «Si te pones en el centro de todo tienes que dejarlo porque esto es insoportable. Lo maravilloso de esta profesión es que tú no importas, aunque pongas todo de ti mismo»

Pablo Derqui: «Estamos cansados de ver actores que se gustan mucho. No quiero que me estén enseñando lo buenos que son en todo momento»

Nathalie Poza: «Tú puedes decir que en el escenario lo das todo, pero quizás hay que amarse más a una misma por encima de la obra»

 ‘Un tranvía llamado deseo’, de Tennessee Williams, se representa en el Teatro Español hasta el 27 de julio.  

Las cálidas noches de este junio madrileño poco difieren de las que Tennessee Williams reflejó en Un tranvía llamado deseo, drama fundamental del teatro norteamericano, que alcanzó gran popularidad gracias a la película donde Marlon Brando surgió como símbolo de la masculinidad más arrebatadora. Ambientada en Nueva Orleans tras la II Guerra Mundial, entre tragos de ‘bourbon’ -tantos como apuró el autor-, sudores y partidas de póker, se produce el choque de dos mundos contrapuestos pero complejos, representados por Stanley Kowalski y Blanche Dubois.

Pablo Derqui y Nathalie Poza libran esa batalla en las tablas del Teatro Español, el enfrentamiento entre un hombre pragmático y rudo, hecho a sí mismo, y una dama que parece rescatada de una mansión sureña, con su baúl lleno de ropajes, cartas y secretos. Dos caramelos de personaje defendidos desde estilos diferentes con maestría, en unas funciones donde también brillan Jorge Usón y María Vázquez. Nathalie y Pablo han brindado a 20minutos una conversación llena de conexiones y reflexiones, que acabó llevándonos al meollo del oficio actoral.

¿Por qué esta obra es tan potente?Nathalie: Tennessee Williams la describía como una plegaria por los seres delicados. Me obsesiona mucho la indefensión y no hay más que ver cómo está el mundo para sufrir por el que no tiene la posibilidad de que se le vea. No hay que irse a Gaza, lo tenemos en Tirso de Molina. El mundo está lleno de seres en absoluto desamparo y esta obra habla de la falta de compasión; también habla de la muerte de la poesía, porque en ese binomio fascinante que forma el mundo violento, representado por Kowalski, y el frágil y poético que es Blanche ¡y el propio Williams!, decide aniquilar intencionadamente al personaje frágil, porque la fragilidad no se sostiene en un mundo absolutamente despiadado.

¿Sigue vigente?Pablo: Ha perdurado por muchas razones, pero una de ellas es que Tennessee Williams escribía muy bien. Escribía como nadie de ese desgarro humano, del hombre caído, que es el mismo de hoy en día. Escribía desde ahí. Es una obra surgida del auge de Estados Unidos tras la II Guerra Mundial, de la explosión del capitalismo a ultranza, del hombre hecho a sí mismo.

Nathalie Poza: «El camino del actor va hacia la locura, pero en nuestro caso es un camino de ida y vuelta. El pobre loco va y no vuelve»
Pablo Derqui interpreta a un inmigrante polaco de segunda generación en 'Un tranvía llamado deseo'.
Pablo Derqui interpreta a un inmigrante polaco de segunda generación en ‘Un tranvía llamado deseo’.
Elena C. Graiño

Un personaje tan duro como Kowalski, ¿esconde también cierta debilidad?Pablo: Es un ser herido. Stanley es un héroe de guerra, paradigma del individualismo, que tiene un latente sentimiento de inferioridad. Se encuentra con una persona que viene de un mundo de terratenientes, una profesora de literatura con muchas ínfulas y cierto clasismo. Se siente ninguneado y cualquier comentario que ella haga lo recibe como una agresión. Además, ella enarbola la bandera de la fragilidad y eso es algo que no entiende. De ahí salen los zarpazos. 

Pablo Derqui: «Yo no pretendí ser actor, de hecho estudié una carrera de Letras, pero al subir al escenario fue como si cayera en un lugar donde todo lo entendía»

¿El deseo condiciona toda la obra?Nathalie: Blanche no sabe lo que desea y no sabe ni cómo querer lo que quiere. Necesita que la salven. Cuando tú necesitas que la solución a todo venga desde fuera es que no estás conectado con el deseo, y eso es muy femenino, lo conocemos muy bien las mujeres. Blanche tiene una parte fascinante y peligrosa, porque está muy viva y se siente libre y muy sexual.

Nathalie Poza interpreta a Blanche Dubois en la obra de Tennessee Williams 'El tranvía llamado deseo'.
Nathalie Poza interpreta a Blanche Dubois en la obra de Tennessee Williams ‘El tranvía llamado deseo’.
Elena C. Graiño
Pablo Derqui: «Inmigrantes de segunda generación que votan a la ultraderecha no hubiesen dejado entrar a alguien como ellos mismos»

Un inmigrante de segunda generación, como Kowalski, ¿siempre será visto como un extranjero?Nathalie: Sí, de hecho ella se mofa de él.
Pablo: Blanche lo estigmatiza y él no lo soporta. Ante eso, él repite ¡yo no soy polaco! ¡yo soy americano al cien por cien, nacido y criado aquí, el mejor país del mundo y me siento muy orgulloso!
Nathalie: Podría ser cualquier latino ahora. Me recuerda a esos ‘trumpistas’, todos latinos con gorras y banderas que hace poco, en un evento en Estados Unidos, le gritaban traidor a Robert De Niro. ¡Y él les llamaba gangsters! (ríe) Es una distopía, es fascinante.
Pablo: Muchos inmigrantes de segunda generación votan a la ultraderecha, algo totalmente lícito porque eso es democracia, pero es curioso porque esa gente no hubiese dejado venir aquí a alguien como ellos mismos. Voy a ser más americano que los americanos.

Imponiendo aranceles al buen tuntún o vetando que los extranjeros estudien en Harvard, ¿Estados Unidos está regresando a la América profunda?Pablo: Siento que hay una involución. Realmente, Tennessee Williams plasma una América que se está muriendo y otra que está naciendo con el capitalismo por bandera, en la que todo el mundo es bienvenido.
Nathalie: El capitalismo es muy tramposo porque se suponía que llegaba la libertad y no es cierto. Ese clasismo ha vuelto y ahora es un tecnofeudalismo, así lo llama Varoufakis. Yo no tengo tanta inteligencia política como él, pero dice que aquí mandan cuatro millonarios y nosotros no sé ni en qué escala estaríamos. 

Nathalie, en 2018 recibió un Goya y confesó que este oficio le había salvado la vida. ¿En qué sentido dijo eso?Nathalie: En el literal. Lo sigo pensando, totalmente. A veces tienes la suerte de encontrar un camino o unas personas que te dan la vida. Esto se lo he escuchado decir literalmente a Williams en una entrevista, muy borracho. Agarra a una actriz y le dice: «los actores sois la sangre que corre por mis venas y me dan vida». Nosotros tenemos que honrar sus textos y darles vida. Es el compromiso que entiendo para este proceso. Si un autor fue tan lejos y tan profundo que casi se murió escribiendo, ahogado entre alcohol y palabras, hagámoslo con todo el amor que podamos. Yo creo en la transformación del mundo a través del arte. Entre tanta violencia queda el arte.

Nathalie Poza: «Si te pones en el centro de todo tienes que dejarlo porque esto es insoportable. Lo maravilloso de esta profesión es que tú no importas, aunque pongas todo de ti mismo»

Pablo, ¿ser actor salvó también su vida?Pablo: El teatro no sé si me habrá salvado la vida, pero sí que me ha permitido encontrar un lugar. Parece que eres útil al mundo de esta manera. Yo no pretendí tampoco ser actor, de hecho estudié una carrera de Letras. Hice teatro en el colegio y me gustaba, pero tampoco tenía referentes familiares ni nada. ¡No sabía ni de qué podían vivir los actores! Yo había estado en el escenario siempre, porque tenía grupos de música, así que tenía cierta querencia y no me importaba montar el número. Unos amigos se presentaron a unas pruebas en el Instituto de Teatro de Barcelona, entré y fue como si cayera en un lugar donde todo me sonaba y lo entendía. 
Nathalie: ¡Menos mal que se metió ahí, para nuestro privilegio! (risas).

Pablo Derqui junto a María Vázquez en 'Un tranvía llamado deseo'.
Pablo Derqui junto a María Vázquez en ‘Un tranvía llamado deseo’.
Elena C. Graiño

¿Es una profesión que no permite sentirse seguro nunca?Pablo: Siento que es dura e incómoda, porque te pones a prueba continuamente. No te permite vivir de rentas, aunque también eso está bien. Es delicado y te duele muchas veces. Yo entiendo que la gente desista. Por un lado, me digo este es mi lugar, pero por otro… ¡cago en la leche, en buena hora! (ríe).

Pablo Derqui: «Estamos cansados de ver actores que se gustan mucho. No quiero que me estén enseñando lo buenos que son en todo momento»

Subirse a un escenario, para tocar una sonata de Beethoven o para interpretar un gran papel teatral, ¿requiere de un ego notable?Pablo: Es cierto. Es una temeridad que forma parte del ego y el ego está muy presente en nuestra profesión. Lo necesitas porque tienes que hacer personajes que requieren imponerse un poco, tener fuerza interior para hacerlos, pero luego hay que saber recoger velas a tiempo. De todos modos, estamos cansados de ver a gente que se gusta mucho. Personalmente, quiero ver actores que pisan muy bien, pero que no me estén enseñando lo buenos que son en todo momento.
Nathalie: Es un frágil equilibrio. Estoy trabajando y reflexionando mucho sobre ello. Hace poco he leído un libro de una actriz francesa increíble, Anouk Grinberg, sobre cómo funciona el cerebro de los comediantes. En la vida, cuando a te pasa algo primero te golpea en el cuerpo, luego lo transformas en un sentimiento y más tarde en un pensamiento. Los actores funcionamos al revés: primero te llega un texto, lo analizas, juegas y, de repente, un día te pones de pie y empiezas a decir todo lo que llevas trabajando durante meses. Tienes que trasplantar tu corazón al de otra persona. Tu mente empieza a entender que vamos a jugar a ser otro.

Nathalie Poza junto a Jorge Usón en 'Un tranvía llamado deseo', de Tennessee Williams.
Nathalie Poza junto a Jorge Usón en ‘Un tranvía llamado deseo’, de Tennessee Williams.
Elena C. Graiño

Se está insuflando vida a un personaje.Nathalie: Me gusta mucho pensar que yo a Blanche la voy a acompañar, pero nunca la voy a sobrepasar. Estoy ahí para que no se caiga. Al final es como que te desdoblas y tienes que verte desde fuera. El camino del actor es como el del loco, porque es ir hacia la locura, pero en nuestro caso es un camino de ida y vuelta. El pobre loco va y no vuelve. Está muy bien que esta profesión te salve la vida, pero me gusta pensar que este tranvía no va de mí. Eso te lo da la madurez. Tengo 53 años y la suerte de poder decir ese texto, con estos compañeros, este iluminador, esa música, este teatrazo… pero yo no importo un carajo y eso es muy liberador. He elegido una profesión que me protege un poco de la mirada ajena, y fíjate que salgo a un escenario, pero voy entendiendo que esto no va de mí. Si tú te pones tan en el centro de todo, lo tienes que dejar porque esto es insoportable. Es muy egótico. Te dan un premio y dices cosas pero, en realidad, lo maravilloso de esta profesión es que tú no importas, aunque pongas todo de ti mismo. Es muy contradictorio.

Nathalie Poza: «Tú puedes decir que en el escenario lo das todo, pero quizás hay que amarse más a una misma por encima de la obra»

Sentirse un fiel transmisor de lo que el escritor compuso.Pablo: Yo soy un soporte diferente a ella. Eres un transmisor, pero no lo vas a interpretar igual que ella, ahí está lo bueno.
Nathalie: Con los años yo voy entendiendo que no se puede poner todo en el oficio en un sentido equivocado. El compositor Arvo Pärt dice que el instrumento más sensible es el alma humana, pero para que suene bien, para hacer música, hay que ponerlo todo en orden. ¡Ahí es nada! Es muy importante cuidar el instrumento. Tú puedes decir, ¡yo en el escenario lo doy todo!, pero empiezo a entender que quizás hay que amarse más a una misma por encima de la obra. Pero eso a mí me ha costado mucho entenderlo.

Imagen promocional de 'Un tranvía llamado deseo', de Producciones Teatrales Contemporáneas.
Imagen promocional de ‘Un tranvía llamado deseo’, de Producciones Teatrales Contemporáneas.
Javier Naval

¿Para que no nos pase factura?Nathalie: Factura te va a pasar. Dentro de una semana tendremos cardenales, nos pasan cosas, pero hay placer en el drama.
Pablo: Mentalmente es un placer, pero el cuerpo se resiente. Después de una obra intensa puedes sentirte un poco así. Es más un desgaste como el que se pega un partido de algo y acaba hecho polvo, a nivel físico y mental.
Nathalie: Es un lujo para mí volver al aburrimiento. He estado dos meses de descanso y me ha encantado estar muy, muy aburrida. Es fundamental aburrirse en la vida. Yo he estado muy sola, voluntariamente, pero es que luego me encuentro con mis amigos, mis compañeros, y lo que viene es muy potente. Ahí no me voy a aburrir ni cinco segundos, pero desinflar la cosa me parece interesante. Como decía un chiste, el otro día en un periódico: ¿Os acordáis de cuando hacíamos las cosas porque sí?

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