¿Por qué en español usamos signos de exclamación e interrogación al principio y al final?

Una de las características más distintivas del español frente a otros idiomas es el uso de los signos de exclamación (¡!) e interrogación (¿?) al principio y al final de una oración. Mientras que en lenguas como el inglés solo se coloca un signo al final, en español ambos signos cumplen la función clave de marcar el inicio y el cierre de la entonación especial que requiere una pregunta o una exclamación.

Este sistema fue adoptado oficialmente por la Real Academia Española (RAE) en el siglo XVIII, con la publicación de la Ortografía de la lengua castellana en 1754 y la incorporación de estos signos respondía a la necesidad de claridad en la lectura. Según se determinó, en textos donde no se usan los signos iniciales, el lector podría llegar al final de la oración antes de darse cuenta de que era una pregunta o exclamación, lo que puede dificultar su comprensión.

Por ejemplo, en la oración «¿Dónde están mis libros?», el signo de apertura «¿» advierte inmediatamente al lector que la oración es una pregunta, ajustando la entonación desde el principio. Lo mismo ocurre con «¡Qué sorpresa verte aquí!» en el caso de una exclamación.

Este sistema es especialmente útil en frases largas o complejas donde la estructura gramatical no siempre deja claro desde el principio que se trata de una interrogación o una exclamación. Además, permite que el español sea más preciso en la comunicación escrita, facilitando la correcta interpretación emocional o intencional de la frase.

Conviene subrayar que esta norma es exclusiva del español y de algunas lenguas que han estado en contacto directo con él, pero no se aplica a otros idiomas romances como el francés o el italiano, donde solo se utilizan signos de interrogación o exclamación al final de la oración. Aunque para algunos los signos de apertura pueden parecer innecesarios o redundantes, su uso constituye una de las señas de identidad más características del español y contribuye de forma significativa a la claridad y comprensión del enunciado desde el primer momento de lectura.

 El uso de signos de exclamación y de interrogación antes y después de una oración es un signo característico que solo tiene el español y algunas otras lenguas que han tenido contacto directo con nuestro idioma.  

Una de las características más distintivas del español frente a otros idiomas es el uso de los signos de exclamación (¡!) e interrogación (¿?) al principio y al final de una oración. Mientras que en lenguas como el inglés solo se coloca un signo al final, en español ambos signos cumplen la función clave de marcar el inicio y el cierre de la entonación especial que requiere una pregunta o una exclamación.

Este sistema fue adoptado oficialmente por la Real Academia Española (RAE) en el siglo XVIII, con la publicación de la Ortografía de la lengua castellana en 1754 y la incorporación de estos signos respondía a la necesidad de claridad en la lectura. Según se determinó, en textos donde no se usan los signos iniciales, el lector podría llegar al final de la oración antes de darse cuenta de que era una pregunta o exclamación, lo que puede dificultar su comprensión.

Por ejemplo, en la oración «¿Dónde están mis libros?», el signo de apertura «¿» advierte inmediatamente al lector que la oración es una pregunta, ajustando la entonación desde el principio. Lo mismo ocurre con «¡Qué sorpresa verte aquí!» en el caso de una exclamación.

Este sistema es especialmente útil en frases largas o complejas donde la estructura gramatical no siempre deja claro desde el principio que se trata de una interrogación o una exclamación. Además, permite que el español sea más preciso en la comunicación escrita, facilitando la correcta interpretación emocional o intencional de la frase.

Conviene subrayar que esta norma es exclusiva del español y de algunas lenguas que han estado en contacto directo con él, pero no se aplica a otros idiomas romances como el francés o el italiano, donde solo se utilizan signos de interrogación o exclamación al final de la oración. Aunque para algunos los signos de apertura pueden parecer innecesarios o redundantes, su uso constituye una de las señas de identidad más características del español y contribuye de forma significativa a la claridad y comprensión del enunciado desde el primer momento de lectura.

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