Por qué los hombres de la tele visten como banqueros

¿Se han fijado? La mayor parte de los comunicadores de la tele de hoy visten como banqueros o vendedores de seguros. Nada de jugar con la creatividad estética como sus compañeras. En eso la televisión no ha ejercitado revolución. Todavía se sentencia un mismo atuendo de «informal» o de «estiloso» dependiendo del sexo y sus sexismos. Ellas deben enseñar pierna, ellos jamás pueden mostrar muslo. Las mujeres no pueden repetir vestido, los hombres reinciden a diario en su traje. De hecho, ellos llevan vistiendo igual desde hace cincuenta años.

Cuando la televisión se ha sustentado siempre en los colores que representan la creatividad. La pantalla llamó nuestra atención porque nos permitía escapar de la rutina acercándonos a otros mundos que están en este, desde la fantasía de la personalidad propia de la ficción, de la música, del espectáculo e incluso de las esperanzas compartidas.

Esperanzas compartidas que suelen crecer desde la transgresión. Siempre. La televisión fue abriéndose camino desabrochándose de esas inercias de la moral en blanco y negro. Así se alzó como referente de una sociedad que no paraba de avanzar en sensibilidades, una sociedad que aspiraba a ser más libre. Una sociedad que juzgaba menos y entendía más. De ahí que sobre todo nos acordemos de aquellas comunicadoras que no eran parte del decorado: su autoría lograba una libertad que rompía con la estrechez de los moldes. Paloma Chamorro, Mercedes Milá, Rosa María Sardá, María Teresa Campos…

Sin embargo, la televisión de hoy ya no marca la agenda desde el color que ensancha las mentes. Se ve también en la vestimenta. La tele actual se ha masculinizado a la antigua. Los hombres son los que conducen los concursos, los prime times, los programas estelares… Y los hombres casi siempre visten de traje oscuro. De La Revuelta de David Broncano a Manel Fuentes en Tu cara me suena, que bromeó en la rueda de prensa de esta temporada con si le podían cambiar ya de uniforme. Pero no le dejan. Solo se libra Roberto Leal con su aire más juvenil y Pablo Motos que le basta salir en camisa y vaqueros.

El traje es muy cómodo para la televisión. Endereza el cuerpo masculino y, encima, sostiene bien todo el aparataje del cableado de micrófonos y pinganillos que demanda la tele. Es como un mono de trabajo que nunca falla, además de que facilita la rutina de los programas. No hay que pensar qué se pone cada día el presentador de turno. Y, a la vez, en el imaginario colectivo otorga una credibilidad extra al comunicador. Asociamos traje a persona formal. Broncano rebaja la solemnidad de su traje con unas zapatillas, pero su indumentaria de oficinista impulsa su imagen de comunicador en el caos de la leonera en la que se ha convertido el set de La Revuelta con tanto regalo de las visitas.

Al final, cómo se viste en la tele también es un retrato de nuestra sociedad y sus miedos, que han ido siendo desactivados con aquellos que cambiaban las reglas más absurdas con imaginación. Aunque los hombres aun estemos ahí: en la malentendida apariencia de seriedad que, como mucho, solo acepta un golpe de color en la corbata.

 Ellas deben enseñar pierna, ellos jamás pueden mostrar muslo. Las mujeres no pueden repetir vestido, los hombres reinciden a diario en su traje.  

¿Se han fijado? La mayor parte de los comunicadores de la tele de hoy visten como banqueros o vendedores de seguros. Nada de jugar con la creatividad estética como sus compañeras. En eso la televisión no ha ejercitado revolución. Todavía se sentencia un mismo atuendo de «informal» o de «estiloso» dependiendo del sexo y sus sexismos. Ellas deben enseñar pierna, ellos jamás pueden mostrar muslo. Las mujeres no pueden repetir vestido, los hombres reinciden a diario en su traje. De hecho, ellos llevan vistiendo igual desde hace cincuenta años.

Cuando la televisión se ha sustentado siempre en los colores que representan la creatividad. La pantalla llamó nuestra atención porque nos permitía escapar de la rutina acercándonos a otros mundos que están en este, desde la fantasía de la personalidad propia de la ficción, de la música, del espectáculo e incluso de las esperanzas compartidas.

Esperanzas compartidas que suelen crecer desde la transgresión. Siempre. La televisión fue abriéndose camino desabrochándose de esas inercias de la moral en blanco y negro. Así se alzó como referente de una sociedad que no paraba de avanzar en sensibilidades, una sociedad que aspiraba a ser más libre. Una sociedad que juzgaba menos y entendía más. De ahí que sobre todo nos acordemos de aquellas comunicadoras que no eran parte del decorado: su autoría lograba una libertad que rompía con la estrechez de los moldes. Paloma Chamorro, Mercedes Milá, Rosa María Sardá, María Teresa Campos…

Sin embargo, la televisión de hoy ya no marca la agenda desde el color que ensancha las mentes. Se ve también en la vestimenta. La tele actual se ha masculinizado a la antigua. Los hombres son los que conducen los concursos, los prime times, los programas estelares… Y los hombres casi siempre visten de traje oscuro. De La Revuelta de David Broncano a Manel Fuentes en Tu cara me suena, que bromeó en la rueda de prensa de esta temporada con si le podían cambiar ya de uniforme. Pero no le dejan. Solo se libra Roberto Leal con su aire más juvenil y Pablo Motos que le basta salir en camisa y vaqueros.

El traje es muy cómodo para la televisión. Endereza el cuerpo masculino y, encima, sostiene bien todo el aparataje del cableado de micrófonos y pinganillos que demanda la tele. Es como un mono de trabajo que nunca falla, además de que facilita la rutina de los programas. No hay que pensar qué se pone cada día el presentador de turno. Y, a la vez, en el imaginario colectivo otorga una credibilidad extra al comunicador. Asociamos traje a persona formal. Broncano rebaja la solemnidad de su traje con unas zapatillas, pero su indumentaria de oficinista impulsa su imagen de comunicador en el caos de la leonera en la que se ha convertido el set de La Revuelta con tanto regalo de las visitas.

Al final, cómo se viste en la tele también es un retrato de nuestra sociedad y sus miedos, que han ido siendo desactivados con aquellos que cambiaban las reglas más absurdas con imaginación. Aunque los hombres aun estemos ahí: en la malentendida apariencia de seriedad que, como mucho, solo acepta un golpe de color en la corbata.

 20MINUTOS.ES – Televisión

Te Puede Interesar