“Dónde están mis compañeros de Socialité. Me podéis dar una explicación de por qué no nos grabáis. ¿Hemos matado a alguien? ¿Hemos hecho algo malo? ¿Quién da la orden de no grabarnos? Qué injusto que os hayan prohibido que me grabéis. Cuando he dado 14 años de mi vida. Que he ganado dinero, pero más han ganado ellos». Belén Esteban revienta el photocall de Lola Índigo con un quejío que habla más de ella que de lo que reivindica.
Su actitud transparente recuerda al ego del niño que necesita centrar la atención de toda la familia. Así Belén hasta roza lo entrañable con una pataleta infantil que, a la vez, deja en evidencia que, a pesar de llevar media vida trabajando en los medios de comunicación, aún no entiende nada bien que cada cadena elige una línea editorial con los temas que le pueden funcionar y los temas que no le interesan. Porque, además, en este caso, sería promocionar a un canal rival.
Esteban se olvida de que ahora está trabajando en Televisión Española. Ni siquiera intuye estas aristas empresariales y, al final, su ruidosa queja en el photocall del concierto de Lola Índigo sobre todo delata que todavía no ha superado que se terminara su etapa en Telecinco.
Pero Mediaset está en otro lugar y, encima, se ha sentido reafirmada en su decisión de cerrar Sálvame al observar que la fórmula ha sido rechazada por el público en TVE. La familia de la tele ha propiciado que hayan dejado de ser víctimas de una ‘cancelación’ a pasar a representar el desgaste de las expectativas por su fichaje por una cadena pública. No ayudan los constantes vaivenes de programación de su programa, pues solo incrementan la sensación de deterioro del interés que provocan en el imaginario colectivo. Ante este clima de mezcla de saturación y desencanto, Belén Esteban ya no es protagonista obligada de todos los focos. Y solo consigue que vuelvan a iluminarse hacia su persona si se lanza al arrebato, que se viraliza rápido. Aunque tampoco interesa a las televisiones tradicionales que huyen de la cizaña que mancha la imagen de sus propios canales. De Telecinco, y de La 1. Que también ha evitado tocar este tema.
No obstante, algunos estancados en el cotilleo de las redes afirman: Belén demuestra que es hábil creando contenido. Pero ese contenido solo es ya aplaudido por unos fans que son los mismos que les hicieron creer que podían fiar todo a la improvisación de su presencia para destacar en su retorno a la tele grande. Error: la tele es todo lo que no cabe en un meme.
Y, sin la estructura del reality que fagocitó a Telecinco, sus rabietas suenan a repetitivas, injustificadas. Hasta rozan lo injustas y desubicadas en el ojo de un público con problemas de calado real. Porque es muy soberbio pensar que te tienen que grabar todas las cámaras que acuden a un concierto de Lola Índigo donde la protagonista no eres tú. Pero a Belén le han hecho creer durante los últimos años que ella era la infalible cabeza de cartel. Cuando su éxito se hizo incontestable por la empatía que despertaba ser la secundaria que conocimos abandonada con una niña en brazos tras ser dejada por un torero. Cómo hemos cambiado. Cómo incluso el veneno de la fama desvirtúa lo que uno es y lo que no es. Incluso cuando toca que te graben y cuando toca la humildad de entender que no te graben. Y no pasa nada.
Belén Esteban quiere salir en Telecinco. Aunque trabaje en la competencia de Telecinco. Sorber y morder.
“Dónde están mis compañeros de Socialité. Me podéis dar una explicación de por qué no nos grabáis. ¿Hemos matado a alguien? ¿Hemos hecho algo malo? ¿Quién da la orden de no grabarnos? Qué injusto que os hayan prohibido que me grabéis. Cuando he dado 14 años de mi vida. Que he ganado dinero, pero más han ganado ellos». Belén Esteban revienta el photocall de Lola Índigo con un quejío que habla más de ella que de lo que reivindica.
Su actitud transparente recuerda al ego del niño que necesita centrar la atención de toda la familia. Así Belén hasta roza lo entrañable con una pataleta infantil que, a la vez, deja en evidencia que, a pesar de llevar media vida trabajando en los medios de comunicación, aún no entiende nada bien que cada cadena elige una línea editorial con los temas que le pueden funcionar y los temas que no le interesan. Porque, además, en este caso, sería promocionar a un canal rival.
Esteban se olvida de que ahora está trabajando en Televisión Española. Ni siquiera intuye estas aristas empresariales y, al final, su ruidosa queja en el photocall del concierto de Lola Índigo sobre todo delata que todavía no ha superado que se terminara su etapa en Telecinco.
Pero Mediaset está en otro lugar y, encima, se ha sentido reafirmada en su decisión de cerrar Sálvame al observar que la fórmula ha sido rechazada por el público en TVE. La familia de la tele ha propiciado que hayan dejado de ser víctimas de una ‘cancelación’ a pasar a representar el desgaste de las expectativas por su fichaje por una cadena pública. No ayudan los constantes vaivenes de programación de su programa, pues solo incrementan la sensación de deterioro del interés que provocan en el imaginario colectivo. Ante este clima de mezcla de saturación y desencanto, Belén Esteban ya no es protagonista obligada de todos los focos. Y solo consigue que vuelvan a iluminarse hacia su persona si se lanza al arrebato, que se viraliza rápido. Aunque tampoco interesa a las televisiones tradicionales que huyen de la cizaña que mancha la imagen de sus propios canales. De Telecinco, y de La 1. Que también ha evitado tocar este tema.
No obstante, algunos estancados en el cotilleo de las redes afirman: Belén demuestra que es hábil creando contenido. Pero ese contenido solo es ya aplaudido por unos fans que son los mismos que les hicieron creer que podían fiar todo a la improvisación de su presencia para destacar en su retorno a la tele grande. Error: la tele es todo lo que no cabe en un meme.
Y, sin la estructura del reality que fagocitó a Telecinco, sus rabietas suenan a repetitivas, injustificadas. Hasta rozan lo injustas y desubicadas en el ojo de un público con problemas de calado real. Porque es muy soberbio pensar que te tienen que grabar todas las cámaras que acuden a un concierto de Lola Índigo donde la protagonista no eres tú. Pero a Belén le han hecho creer durante los últimos años que ella era la infalible cabeza de cartel. Cuando su éxito se hizo incontestable por la empatía que despertaba ser la secundaria que conocimos abandonada con una niña en brazos tras ser dejada por un torero. Cómo hemos cambiado. Cómo incluso el veneno de la fama desvirtúa lo que uno es y lo que no es. Incluso cuando toca que te graben y cuando toca la humildad de entender que no te graben. Y no pasa nada.
20MINUTOS.ES – Televisión