Desde que los lobos comenzaran a acercarse a los humanos en busca de calor y comida, y estos descubriesen los beneficios que ofrecían los cánidos para cazar y protegerse, la relación entre la humanidad y los perros ha estado escrita de manera conjunta. Primero como animales de trabajo, protegiendo hogares, rebaños o tirando de trineos, y más tarde dentro del hogar como mascotas y en muchos casos como parte de la familia.
Los canes, que llevan milenios junto a los humanos, tienen su representación en el arte de muchas ciudades. Obras que reconocen su lealtad y apoyo y que bien merecen una visita
Desde que los lobos comenzaran a acercarse a los humanos en busca de calor y comida, y estos descubriesen los beneficios que ofrecían los cánidos para cazar y protegerse, la relación entre la humanidad y los perros ha estado escrita de manera conjunta. Primero como animales de trabajo, protegiendo hogares, rebaños o tirando de trineos, y más tarde dentro del hogar como mascotas y en muchos casos como parte de la familia.
Los perros llevan milenios a nuestro lado, por lo que no es de extrañar que tengan también su representación en el arte. En ciudades de todo el planeta se encuentran estatuas que encarnan algunos de los canes más representativos de la historia como Laika, la primera perra espacial, o Balto, el perro guía de la carrera del suero en Alaska. También otras que reconocen su lealtad o su inestimable apoyo en desastres naturales. Este es un recorrido por algunas de las estatuas perrunas más representativas del mundo.
‘Hachiko’ (Tokio, Japón)
La popular historia de Hachikoha inspirado películas, libros, capítulos de series de televisión e incluso aparece en varios videojuegos. Según se cuenta, este perro de raza akita acudía cada día a recibir a su dueño, el profesor Hidesaburo Ueno, a la estación de Shibuya, en Tokio. En mayo de 1925, Ueno murió de un infarto cerebral mientras daba clase y no pudo reencontrarse con Hachiko como hacía todos los días. Desde su muerte, el perro siguió acudiendo a diario, y durante una década, a la estación con la esperanza de volver a ver a su dueño. Actualmente, la estatua de Hachiko es una de las atracciones del famosísimo cruce de Shibuya. Una segunda escultura, donde el profesor se reencuentra con su mascota, se encuentra situada junto a la universidad de Tokio.
‘Greyfriars Bobby’ (Edimburgo, Escocia)
La versión occidental de Hachiko está en Edimburgo. Se trata de Bobby, un skye terrier que, según cuenta la historia más divulgada, permaneció junto a la tumba de su dueño, John Gray, durante 14 años en el cementerio Greyfriars. Gray era vigilante nocturno y murió de tuberculosis en 1858. Bobby falleció en 1872 y fue enterrado cerca de la tumba de su dueño, aunque no con él, ya que, al ser considerado un lugar sagrado, las autoridades se negaron a enterrar al perro en el mismo cementerio. Eso sí, en la puerta de Greyfriars hay una lápida conmemorativa y en el lado opuesto, en el cruce del puente George IV, está la famosísima escultura de Greyfriars Bobby.

El perro ‘Paco’(Madrid, España)
A principios de 2023, casi coincidiendo con la festividad de San Antón (patrón de los animales) se inauguró en la madrileña calle Huertas la estatua del perro Paco. La peculiaridad de este can callejero era que solía colarse en los cafés de tertulias, en los teatros e incluso en restaurantes en los que se codeaba con Azorín, Unamuno, Manuel Machado o Pío Baroja. Pronto se hizo conocido, apareciendo en diversas crónicas periodísticas con el nombre que le puso Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, quien solía darle de comer cuando el perro se acercaba al Café de Fornos. Paco también era conocido en la plaza de toros, ya que solía bajar al ruedo, pero uno de esos días en que lo hizo, en junio de 1882, enfadó a un novillero que lo mató de una estocada. Las crónicas dicen que el público casi lincha al novillero. Paco no sobrevivió a las heridas y murió poco después, siendo enterrado en algún lugar sin determinar del parque de El Retiro.
‘Zinneke Pis’ (Bruselas, Bélgica)
Uno de los lugares más visitados de Bruselas es la pequeña escultura del Manneken Pis, el niño que orina en la pila de una fuente, muy cerca de la Grand Place. A finales de los años ochenta, el Manneken Pis tuvo su compañera en la Jeanneke Pis, que representa a su vez a una niña orinando y que se encuentra también muy cerca de la Grand Place, pero en sentido contrario. Y, por último, haciendo honor al zwanze o humor popular bruselense que se caracteriza por reírse de sí mismos, rozando el cambio de milenio se erigió Zinneke Pis, una escultura de bronce de un perro orinando en un bolardo. Eso sí, esta vez sin fuente.

‘Laika’ (Moscú, Rusia)
La perra Laikafue el primer ser vivo en orbitar la Tierra a bordo del Sputnik 2, una nave soviética que no fue creada para ser recuperable, por lo que Laika fue también el primer animal que murió en órbita. Sobre su muerte hubo versiones contradictorias durante décadas, hasta que se reconoció que sobrevivió entre cinco y siete horas tras el lanzamiento. La cabina se recalentó sobrepasando los 40º, por lo que Laika —una perra callejera moscovita elegida con la premisa de que así soportaría mejor las condiciones de frío extremo— murió previsiblemente por un síncope por sobrecalentamiento. En su honor, en 2008 se levantó en Moscú, muy cerca del lugar en el que fue entrenada, una estatua que muestra un segmento de un cohete especial, con Laika en el centro y cuya parte superior se transforma en una mano.
‘Frida’, la perra rescatista (Puebla, México)
En septiembre de 2017, un terremoto de magnitud 7,1 sacudió México dejando más de 300 muertos. La Marina mexicana desplegó a sus rescatistas, incluyendo varios perros de búsqueda, entre los que estaba Frida, una labrador retriever que ya había participado en otras catástrofes como el terremoto de Haití, el alud en Guatemala en 2012 o el sismo en Chiapas que tuvo lugar apenas unos días antes. Pronto, la imagen de Frida, protegida con sus gafas, su chaleco y sus escarpines azules, se convirtió en símbolo de unidad y reconocimiento a los rescatistas y voluntarios. Un año después de la tragedia, se levantó en la localidad mexicana de Puebla una estatua en honor a Frida y a su entrenador, Israel Arauz, bajo el lema: “Símbolos memorables de la fuerza que podemos tener las y los mexicanos cuando decidimos unirnos por grandes causas”. Aunque no es su único homenaje. Desde su muerte por causas naturales en 2022, las cenizas de Fridareposan en un monumento levantado en las instalaciones de la Secretaría de Marina, en Ciudad de México.

‘Rufo’ (Oviedo, España)
Rufo era un cruce de mastín y pastor alemán que se paseó durante una década por las calles del centro de Oviedo buscando, con bastante éxito, el cuidado, cariño y alimentación de sus vecinos. Dicen que no se perdía un evento, ni social, ni deportivo, ni festivo, y que muchas familias intentaron adoptarlo, pero Rufo se escapaba y volvía a las mismas calles del centro ovetense. Allí permaneció hasta que, ya mayor, se le trasladó a un albergue, donde murió en 1997 de un fallo renal. En 2014, una propuesta ciudadana para honrar su recuerdo con una estatua alcanzó más de 7.000 firmas y el Ayuntamiento accedió. En septiembre de 2015, en la calle Doctor Casal, se inauguró su estatua con una placa que dice: “A Rufo, el perro de Oviedo. En homenaje a todos aquellos que dedican sus esfuerzos a ayudar a los animales abandonados”.
‘Raza Alabai’ (Ashgabat, Turkmenistán)
Esta peculiar escultura situada en Ashgabat, la capital de Turkmenistán, presume de ser la estatua más grande de oro dedicada a un perro. Tiene unas dimensiones imponentes: unos 15 metros de alto y 36 de diámetro. Fue encargada por el que fuera presidente del país, Gurbanguly Berdimuhamedow, para honrar la raza de pastor de Asia Central, conocida popularmente como alabai, y una de las más antiguas que existen, además de estar considerada patrimonio nacional del país. En su base, cuenta con una pantalla de unos nueve metros en la que se proyectan vídeos e imágenes de perros alabai.
‘Balto’ (Nueva York, Estados Unidos)
En enero de 1925, el único médico de Nome, una ciudad al este de Alaska, diagnosticó varios casos de difteria tras descubrir que las dosis que tenían de antitoxina diftérica estaban caducadas. A finales de enero de ese año se decretó la cuarentena y se pidieron un millón de unidades del medicamento, pero, debido a las bajísimas temperaturas, el cargamento solo pudo llegar a Nenana, a más de 1.000 kilómetros de distancia de Nome. Así que se propuso llevar el suero como se portaba el correo, con una posta de trineos tirados por perros. Un recorrido que normalmente llevaba 25 días y que, en este caso y gracias a unos 20 guías y 150 perros, se logró en cinco días y medio, concretamente en 127 horas. El husky siberiano Balto fue el perro guía de la última etapa y el que se llevó gran parte del mérito —aunque, posteriormente, varios guías apuntaron que el mayor esfuerzo lo hizo Togo, avanzando casi 150 kilómetros— y, en su honor, se levantó una estatua de bronce junto al zoológico de Central Park.
‘Puppy’ (Bilbao, España)
Sin duda, Puppyes la estatua más florida de todo este listado. Concretamente, está compuesta de 38.000 plantas que se cambian dos veces al año para mantener su esplendor. Esta estatua de 12 metros ubicada frente a la puerta del museo Guggenheim de Bilbao fue creada por el artista estadounidense Jeff Koons y representa un cachorro —de ahí su nombre— de est Highland Terrier. Para intentar hacerla cada vez más sostenible, la estatua fue remodelada en 2021, añadiendo un sistema automático y mucho más moderno de autorriego, luces led y reforzando la malla y la tela geotextil que fijan el sustrato de las plantas que dan vida y profundidad a Puppy: alegrías, begonias, lobelias, ageratum, tajetes y hiedra, para el verano, y pensamientos, violas o antirrhinum para aguantar las frías temperaturas del invierno.

Estatuas a los perros y gatos abandonados
En España, según datos del informe Él nunca lo haría. Estudio de abandono y adopciónde la Fundación Affinity, se abandonan 33 animales cada hora, más de 286.000 mascotas al año, aunque se estima que el número real podría ser mayor. Esto conlleva el dudoso honor de ser uno de los países europeos que más animales abandona. Por ello, no son pocas las estatuas que buscan rendir un homenaje a los perros y gatos abandonados. Una de las más conocidas está en Valencia, se llama Callejeros, se encuentra en la plaza de Los Pinazo y muestra a Tristán y Soledad, un perro y una gata que buscan remover conciencias. En el paseo marítimo de Moaña (Galicia) también hay una escultura de piedra que representa a los animales sin familia a través de un perro cabizbajo con un gato entre sus patas. Y en el parque de la Ciutadella, en Barcelona, se puede ver El perro abandonado.
En Ciudad de México se encuentra el Monumento al perro callejero; y en la estación Mendeleyevskaya del metro de Moscú hay una estatua a Malchik, un perro que acostumbraba a refugiarse en la estación hasta su muerte, tras ser acuchillado por una mujer.
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